El flaco se alquiló un depto bien grande en el Docke. Desde el balcón, a veces, se veía algún barco inmenso entrando en el Dock y parecía una alucinación. Mi viaje de su casa a Ciudad Universitaria era divino, por la costanera, con el 33. El día de la mudanza nos dimos cuenta de que no había luz y un vecino nos hizo una conexión
promocional, gratis y para siempre, bienvenidos al Docke. Ahí mismo, ante otro problemita -donde dos patrulleros con sus licuadoritas encendidas pararon en la puerta de casa y tocaron el rimbre, mientras nosotros esperábamos en la esquina- cuando todo pasó y nosotros volvíamos a casa, se acercó otro vecino diciendo: "no sé ni me importa qué problemas tenés con la ley, pero te aviso que hace un rato estuvieron acá".
Las promociones de los años setenta de los liceos militares habían dado individuos extraños, adolescentes expulsados en su mayoría por insubordinaciones reiteradas (claro) y muchos de los cuales terminaron como fierreros militantes de organizaciones armadas, algunos, otros narcotraficantes, los que siguieron en su mayoría habrán terminado como milicos represores. Lo surtidos que somos. El Ricky militaba en el ERP desde los17 años, había sido compañero de liceo de Fer, que militaba en una orguita anarquista. En 1989 lo mataron en el robo en una pizzería en Banfield (él era el que robaba). Lo leímos en el diario.
Al Gusti -qué será de la vida del yourugua- lo agarraron guardándose cosillas en los bolsillos, en un Disco, ponele. Cuando el tipo de seguridad le dijo "acompáñeme", lo hizo sacar cada producto escondido en bolsillos internos y externos y le lanzó "lo dejás acá, lo pagás y te vas", a lo que el Gusti lo miró desafiante y le dijo: "¡Ah, no hermano, ahora me querés afanar vó a mí!".
Yo esperaba el colectivo en Flores, a mitad de cuadra en una madrugada helada. El patrullero paró al lado mío, bajó un policía, tocó el timbre del portero de un edificio que estaba tras de mí: "¿Quién es?", se escuchó después de un rato bastante largo. "La policía, señora". Dejé pasar el 126, mientras escuché la voz, incrédula: "¿¿¿Quién???" El uniformado miraba a su compañero sentado en el patrullero e intentaba otra vez. "La policía señora, queremos hablar con usted". El recuerdo de la cara del cana me alegró el resto del día, cuando la señora lanzó: "¿Pero por qué no te vas un poco a la reputísima madre que te parió"?
Como cada tanto, le robaron la cartera a Mariale. El policía que le tomaba declaración (porque sólo con la denuncia era posible llamar al remolque para llevarse el auto cuya llave.... bueno) escribió con dotes literarias: "observó, con sumo desagrado, que no estaba su cartera".
Todo el planterío de casa se había armado con gajitos prestados o "robados" de otros jardines, y todo el jardín estaba maravillosamente lindo. Que salir con un cuchillito a buscar más gajitos podía constituir una situación policial lo supe cuando Edu y el flaco contaron que la cana los paró -por portación de rostro- y cuando les vieron el cuchillo (ni Tramontina era) terminaron en el piso, brazos y piernas abiertas y demorados por averiguación de antecedentes.