29 abril 2011

Una edición en papel

Yo sólo cumplo años, pero la grossa es Guille, que me regaló esto.
Me da cierto pudor tanta boludez escrita durante unos años "plasmada" en un libro (lo virtual tiene la propiedad de ser más versátil), pero la edición artesanal quedó es-pec-ta-cu-lar.
Gracias de nuevo, Gui.

18 abril 2011

Cosas que pasan en un viaje

-Parece que seguimo así hasta Virreyes, -dijo el de traje y se rieron el de remera deportiva y la mujer que había quedado parada al lado mío cuando el subte cerró las puertas. No estaban cerca entre sí y yo trataba pero no podía encontrarles el denominador común: puestos distintos en una empresa, trabajadores de una galería, el cadete y los abogados, gente que siempre coincide a la misma hora en el mismo viaje, pero no, nada de eso encajaba bien, por edad, vestimentas, ondas.
Cómo nos compartimentamos, las personas.
-Ya te dije, Kevin, tenés que cambiar de actitud (le gritaba al Blackberry)
Me di cuenta de que esa voz femenina y algo estridente podía ser la respuesta cuando otros en el mismo vagón se buscaron las miradas. La situación me preexistía, preexistía a la estación Jujuy del E, quién sabe si no vendría de la misma Bolivar, pensé, aunque inmediatamente me pareció exagerado.
-Vos tenés que cambiar de actitud. Así, con esa actitud no vas a ningún lado, ya discutimos eso.
No hacía falta escuchar durante mucho tiempo para darse cuenta de que esas frases se iban a repetir a lo largo de toda la charla entre la chica del subte y Kevin. Y seguramente fueran las mismas al comenzarla, pongámosle Independencia, para darle tiempo a la gente a miradas, sonrisas, complicidades. Kevin bien podría estar escuchando lo que ella le recriminaba, o haber dejado el celu lejos de su escucha.
-Actitud, dijiste, tu mamá, conversar, reflexionar, actitud, futuro, cambiá, cambiá. Ningún lado, -siguió diciendo, indistintamente, incansablemente.
-Parece que Kevin no quiere entender, -opinó, el de remera que se había reído cuando el de traje dijo que parece que seguiríamo hasta Virreyes. Y un gordito, petiso, sonriente, dijo: -a ver cuál es, - y se acercó unos pasos a la voz estridente.
La gente del vagón, los primeros espectadores, nos invitaban a los nuevos a presenciar el acto.
-Vas a tener que pensar muy bien las cosas, porque con esa actitud no vas a ir a ningún lado.
Urquiza, Boedo.
Hablaba, se enojaba, parecía que la situación se extremaba. La chica exaltada, nosotros mirándonos, sonriendo, algunos hablando por lo bajo y uno:
-¡Kevin, hermano, cortale por favor!,
El chico lo gritó, desde lejos, hasta dónde había llegado la audiencia. Las sonrisas devenidas risas de todos instigaron a los más chistosos o corajudos. -Kevin, mejor andate ahora, todavía no es tarde, -Kevin, me parece que esto no está bien, algunas guarangas y otras que no escuché. No creí que Kevin pudiera escuchar todo eso desde su celular.
Cortó.
Creo que ninguno de nosotros podía haberla descripto, porque ninguno se animó a mirarla directamente. No se podía, lanzaba chispazos por los ojos.
Avenida La Plata.
El gracioso de remera y el de traje sonrieron más cuando se paró, pero en cuanto empujó y se paró adelante, otro dijo:
-¡Eeeeh, todos bajamos!
Yo lo ví en cámara lenta, por eso lo puedo contar. La mujer volvió lentamente la cabeza, su pelo rubio se movió despacio y dijo, con furia: -Perdón, ¿VOS ME HABLASTE A MÍ? (lo dijo en mayúsculas, yo estaba ahí).
Ni siquiera sé con certeza si era joven o vieja, podía jurar que tenía voz de joven pero me aterraba mirarla.
El chico primero puso cara de boludo, como si no fuera a decir nada. Cuando la mujer repitió la pregunta, el flaco farfulló: -Dije que todos nos bajábamos, que pidiera permiso.
-YO PEDI PERMISO, -dijo, a los gritos, como si fuera a pegarle.
-Ahora sí pidió permiso. Pase, por favor, -dijo el pibe y todos estallaron en carcajadas.
Como cuando uno siente que quiere más a su pareja, o a su mamá, o es mejor persona, cuando presencia peleas de otros, las estaciones que me quedaron hasta Varela transcurrieron en un sosiego mayor al de otros viajes.

14 abril 2011

Qué bien se te ve....

Otro asesino, otra perpetua

10 abril 2011

Reclamo

Olivera y Ramón Falcón, Baires, hace un tiempito
(el lugar fue, además, un ex- Centro Clandestino de Detención)

03 abril 2011

Diatriba de la primavera

Viendo una deliciosa lluvia otoñal que disfruto por primera vez en esta casa a través de la ventana pienso en que no es justo que la primavera sea la estación con mejor prensa de todas. Se podría entender un poco cuando se habla de edades personales (se supone que según la analogía entre estaciones y edades una estaría el otoño de la vida -¿están bien hechas las cuentas? No jodamos... ¿otoño? ¿cuál otoño? ¿cuándo pasó qué cosa?-) sólo si pensamos que cuanto más lejos de la primavera más cerca de la muerte (y la muerte, se sabe, es de todas las cosas lo que tiene peor prensa), pero es un pensamiento muy pequeño y me niego a suscribirlo porque la rueda seguirá girando sin nosotros más allá de destinos, méritos,  voluntades o deseos.


Pasa a veces que nuestras propias estaciones vitales se cruzan con lo que nos toca, para decirlo rapidito, y entonces parece que nos coinciden las estaciones.


Por ejemplo, en aquella época, agarré el envión y me mandé porque parecía que por lo menos eso había que hacer, en los ochenta. Manotear una bandera, la que más encajara conmigo y con mi "modus operanding" (pal careta de Javi ;-) , aprenderme las consignas y cantarlas. Ooooo somos revolucionaarioooos, ahora no me acuerdo bien, pero más o menos, así de raros eran los ochenta en los parajes por los que deambulaba en mi primera juventú (a ver quién te ganaba a zurdo. Hasta si eras peronista, mirá lo que te digo ¡¡o radical!!). La cuestión era que de una manera o de otra todos "andábamos en algo" político,  porque así fue esa época. Veníamos de un país que nos había mostrado sus colmillos feroces chorreando baba, amedrentándonos, y esa era la forma de salir del bajón. La calle era nuestra, cada barrio, cada esquina.
Y aquello fue llamado primavera.
Había un estado de ánimo generalizado de optimismo, producto de la sensación de que habiendo llegado al final del pozo, como cantaba el Nano


[me detengo un momento, algo indignada, para hacer una reivindicación, un desagravio, porque en mi grupo de birra de ciertos viernes hay unos imberbes irreverentes que vienen a cuestionar, desde la ignorancia y el desdén más supinos, la calidad del catalán, adhiriendo yo creo a cierta moda reciente: yo os digo, oh niñatos, que os documentéis: que no miréis tan sesgados por lo que les dejó el posmodernismo, el neoliberalismo, la ridiculización de la utopía, estos breves presentes que os tocó vivir. Que escuchéis, leáis y miréis con la cabeza y los oídos más abiertos. Y el bobo, también, por qué no. Un tipo que cantaba hermosamente, que escribía letras relativamente buenas pero cantaba las poesías de los enormes (¿demérito?), que fue tanto una expresión de aquellos años para más de una generación. Un poco de respeto, che.]


también por aquella época, sólo cabía (¿cupía? ¿quepaba?) ir mejorando.
La noción de primavera es promisoria, inicial, desprejuiciada. Lo por venir debe ser mejor, más libre, más ancho, renaciente, joven. Si coincide además con una juventud vital, el mundo por descubrir parece potenciarse. Y la primavera pareciera convertirse en  un fin en sí misma, igual que la juventud.


Puyo, Ecuador, donde siempre es primavera (2009).
Primavera de los pueblos fueron llamados los años efervescentes: la ola de revoluciones de los años 48 en Europa, después de las restauraciones monárquicas; también los sesentas en el mundo, donde parecía que todo podía cambiar, que -dicho en léxico flower power de época- las flores podían ganarle la batalla a las armas.
Primavera se llamó acá, unos pocos años después, a la camporista, quizás porque también se combinaron ciertas condiciones de efervescencia política con perspectivas de cambio (un tema aparte es la resignificación actual del camporismo como rasgo ideológico o identidad política -habría que ver trasladado hasta qué punto).

[Definición del diccionario de la sociología de mercadito: primavera: fenómeno socio-político producto de una determinada combinación de factores sociales (y políticos, culturales, ideológicos),  que posee al menos, tres particularidades: a) es de corta duración, b) hay un sentimiento compartido de optimismo -un estado de ánimo generalizado, y c) promete demasiado].


Pero pasa con la primavera que es una estación. Y contrariamente a lo que indica su nombre, la estaciones no se estacionan sino que transcurren, se podría decir que una de las principales características de las estaciones es que dan lugar a otras. Y entre las estaciones, pareciera que la primavera fuera más efímera, la que pasa más rápido (quizás por eso de que lo bue si bre dos veces bue). 
No sé bien si entonces dentro de la definición de primavera habría que incluir que terminan (y cómo terminaron aquellas).


Quizás sea porque la condición de la naturaleza humana es alternar, un devenir permanente entre modos posibles de compartir estos breves presentes y sus mundos sociales, entonces ni primaveras ni inviernos sino el propio oscilar entre estaciones pueden servirnos para ver qué pasa, qué nos pasa.