30 septiembre 2010

Sobre la democracia en América Latina, la prepotencia de la derecha y las fuerzas de seguridad

Que Correa en Ecuador vino a cuestionar intereses arraigadísimos de las oligarquías locales, no es ninguna novedad, como no lo es que las fuerzas de seguridad en nuestros países bananeros siempre hayan estado subordinadas a tales intereses.
La loca idea de un ejército o una policía del pueblo no encaja con el capitalismo casi por razones obvias, pero en nuestros países periféricos la fórmula se hace todavía más imposible: las fuerzas de seguridad deben "velar" por los intereses de los sectores poderosos, porque hay mucha gente que está afuera del sistema, porque los pobres son muchos y porque -cada tanto- la cosa se puede desmadrar. El pueblo siempre es un peligro, ni que hablar cuando viene con las tripas vacías. Y como el "monopolio de la violencia legítima" es del Estado, ahí están -siempre listos- los uniformados.
Forros en manos de la derecha o corporaciones con intereses propios (siempre son ambas variables), las fuerzas de seguridad son reaccionarias por naturaleza.
No nos van a contar a los latinoamericanos lo que sus armas pueden hacer en contra de los derechos de la gente, que es supuestamente lo que deberían defender.
Y sin embargo.
Ahí tenemos a la derecha retrógrada, para quienes pareciera que nada demasiado grave ha pasado, más que algunos muertos. La derecha SIEMPRE, siempre va a ser golpista en nuestros países porque los intereses que ellos creen que deben ser defendidos, van en contra de los intereses populares.
La democracia les sirve si es berreta, si es antidemocrática, si es la de un Menem, o un Lucio Gutiérrez. Ahí son democratistas.
En estas (que les falta mucho para ser la gloria, por otra parte) la derecha busca cualquier motivo para declamar sin vergüenza que necesitamos más armas, más policía, más ejército, más picanitas.
Que desde la derecha vernácula se proponga que los chicos que no trabajen ni estudien vayan a "educarse a los cuarteles" y que se lo llame "servicio cívico voluntario" (cínico, debería ser)  para "aprender oficios o artes" (mirá vos, ahora resulta que matar, reprimir o ser violento es un arte u oficio) nos habla de sus convicciones. Matamos dos pájaros de un tiro, habrán pensado estos energúmenos (como esa pintada que cerca de mi casa en Flores, rezaba: "combata el hambre y la pobreza: cómase a un pobre") y con la complicidad de algunos que se dicen progresistas aprueban esa ley en el senado.
No hay forma, definitivamente de que esa gente pueda realmente ser democrática, por más que se llenen sus inmundas bocas hablando de institucionalización.
La política es compleja, es cierto. Pero antes de llegar a esa complejidad (si no se es un estúpido analfabeto político, como decía Brecht) hay para pararse, tomar posición: hay un nosotros y un ellos.


29 septiembre 2010

Nombres y oficios

De mis listados inútiles -anche inocuos- el de los nombres y oficios (personalidades cuyos nombres mantienen una relación semántica con su actividad pública) es uno de los más trillados, es cierto (todos conocen alguno, pero eso lo hace más divertido, también). A mí nunca va a dejar de darme risa que


-Alicia Entel fuera la primera directora de la carrera de Ciencias de la Comunicación (89-96) y se llamara como la sigla de la estatal (privatizada en el medio de su gestión por Carlitos) Empresa Nacional de Telecomunicaciones.


-el Doctor Garrote sea uno de los más reconocidos médicos especializados en violencia familiar (aunque dicen que este cartel no sería de su consultorio).


-el fundador del Instituto de Historia Social de Amsterdam, actualmente uno de los mayores archivos del mundo en lo concerniente a la historia social se llamara Nicolaas W. Posthumus (1880-1960).


- No es un oficio, no. Pero no deja de tener gracia que Jorge Watts haya estado chupado en el Vesubio (porque sobrevivió y porque lo queremos podemos hacer el chiste, je, esto iba bien para la entrada anterior de los chistes).


-para mí que a éste no se le hubiera ocurrido como posibilidad ser árbitro, si no se hubiese llamado Amarilla.


Y eso que no estoy contando cosas (porque éste es un espacio serio y acá se constatan las fuentes) como cuando Vera decía "el analista de Matías mide un metro y medio y se llama Juan Grande" o que me acuerdo, como que en la calle Niceto Vega, donde se corta con Armenia, había una empresa de transportes que se llamaba "Expreso Tardelli" o que durante algún tiempo tuve una ginecóloga de apellido "Abajo".
Tampoco incluyo otros que entrarían en otra categoría, la de combinaciones graciosas. Como mi amiga Dadi, cuyo deseo de tener un hijo varón para ponerle Tomás se frustró cuando se casó con Blanco, o la vez tuve que atenderme con un doctor que se apellidaba Sito y quedé como una estúpida cuando me tenté infantilmente después de murmurar en la puerta del consultorio: "Perdón... doctor... ¿Sito?".


Seguro que hay más, pero... ¿tan documentaditos?



25 septiembre 2010

24 septiembre 2010

Chistes grisáceos

Hay cosas de las que no hay que reírse. La gente dice. Como todas las cosas de la gente, el matiz es variado.
Suele discutirse el humor negro desde un punto de vista ético o moral. Que se meta la moral en estas cuestiones, tiene que ver, supongo, con que atañe a temas difíciles para el ser humano, fundamentalmente la muerte, más todavía si aconteció en situaciones trágicas o muy tristes (no que la muerte sea alegre, entiéndase, pero hay escalas).
Como todas las cosas (las humanas, más que nada), eso depende. Depende de quién lo diga, del contexto, de en qué ámbitos se diga, a quién/es, y que sea bueno o no. Los matices, carajo, por qué seremos tan complicados.
No creo -personalmente- que todos los chistes negros sean de mal gusto y algo seductor en la subversión de valores me tienta un poco, (como siempre hay algo de seductor en la subversión -además del menos efectista argumento de que ayudan a sobrellevar situaciones dificilísimas, y esto lo digo por propia marca en el cuerpo, pa´ atajarme, je). Pero bueh, it´s only an opinion y no pensaba este post ser  uno -como su nombre lo indica- de chistes negros, justamente porque todos aquellos condicionantes no existen. Lector, escritor-víctima o victimizado (aunque podría contar cosas que harían llorar a más de uno), contextos variados de escritura.
Pero bueh, como no quería meterme en eso, no sé por qué catzo me disculpo.

Hay un tipo de chiste que está en el borde, o es intermedio, que no ofende ni teme (o no tanto, a los corazones sensibles -demás está decir que no tengo uno) y ahora que me pongo a pensar, se trata de situaciones en las que la muerte estuvo presente de algún modo, pero no aconteció y dejó alguna huella (muchas veces terrible, otras sólo de recuerdo), pero lo terrible -lo más terrible- había podido ser superado.

De los chistes, me acuerdo de éste y de otros, pero escribo éste, por pura fiaca y, como decía el gallego, porque me place:

El tipo en el hospital, despertándose después de unos días inconsciente:
Médico: "Buenos días, señor, me alegro que haya despertado. Ha estado varios días inconsciente, sufrió un grave accidente y debo darle dos noticias, una buena y una mala".
Paciente: "¡¡No!! No puede ser! es tremendo, terrible, ¡dígame, por favor, dígame primero la mala!
Médico: "La mala es que tuvimos que amputarle ambas piernas"
-Oh, no!! no puede ser!! cómo puede ser? esto no me está pasando a mí, esto es terrible, es tremendo. -Y lloraba y se lamentaba, y trataba de mirarse las piernas.
Un poco más calmado, volvió a mirar al doctor, esperanzado.
-¡¡¡Dígame la buena, doctor, por favor!!!
-La buena -dijo el médico con una mueca de satisfacción, -la buena es que el tipo de la cama de al lado quiere comprarle los zapatos.

Pero ése es un chiste. Construido, premeditado. Diría inespontáneo, si existiera esa palabra.

Otras cosas pasaron, y las que sé las cuento:

Nelson había sufrido un ACV. Una cagada total, pero no fue de los más graves. Eso sí, había perdido el habla, algo así como la capacidad de que aquellas cosas que enhebraba en su cerebro pudieran ser dichas por su boca. Adri y Mari estaban refaccionando la casa, y antes de que pudieran seguir pasó eso con Nelson, el papá de Marina. La historia puede tener tonos trágicos si no cuento que al final todos siguen vivos y bien, pero a Mari (mi cuñada, la compañera de mi hermana) tuvieron que intervenirla quirúrgicamente de un tumor en el corazón. Así de rápido, de intempestivo, así de urgente, así de grave el diagnóstico. Lo de Nelson, de pronto, pasaba a un segundo plano. Pero existía, y esta conversación se dio en ese contexto. Porque en la refacción, todo había quedado por la mitad, y un habitáculo sin puertas ni ventanas había quedado construido en mitad del patio.
-¡Esófago! -gritó Nelson.
-¿Cómo, Nelson? -trató de atender mi hermana, preocupada en otras cuestiones.
-¡Esófago! -volvió a repetir.
-¿Esófago? Nelson, qué es? no entiendo, mire... estoy con otra cosa. _¿Le duele el estómago, tiene algún problema?
Tartamudeó, se esforzó, y finalmente se lo escuchó decir, entusiasta y con media sonrisa:
-¡La tumba de Tutankamón!!.
Nelson, demás está decir, había querido hacer un chiste, había querido relajar esa situación, refiriéndose al "sarcófago" que las chicas habían dejado a medio construir en el medio del patio.

Mi suegra (la primera, creo), había empezado a tener demencia senil. Yo no sé si eso existe, pero los viejos están todos locos. Mi suegra estaba loca, también.
Una vez conversábamos amigablemente sobre lentes, vista, ojos, y esas cosas. Hizo un coherente relato sobre los problemas de visión, mis limitaciones (porque los ojos claros siempre sufren más, ya te vas a dar cuenta), el beneficio de tener bifocales y otras cuestiones que yo -por edad y jactancia visual- casi ni atendí.
De pronto, como colgada de la conversación, soltó:
-Ahora, a mí, lo que más me gusta, es cuando la gente los lleva colgados.
-¿Los lentes? -sonreí-.
-¡No, mi amor! ¡¡¡los dientes!!!
La conversación continuó, creo. Yo me acuerdo hasta allí.


Una noticia -sensacionalista, pero noticia veraz al fin- decía que en cierto barrio de González Catán (allá por los noventa, viejo, ahora esas cosas no pasan, jeje) la gente tenía hambre. Y ante la desesperación, habían empezado a comer cualquier cosa. La noticia decía, literalmente "comen sapos en González Catán".
La abuela de Ceci (la esposa del Egar) estaba indignada. Puteaba, insultaba, lanzaba una serie de "estonopuedeser" tan furiosa que finalmente Ceci accedió a compartir.
-Tremendo, ¿no abuela? esto sí que es terrible.
-¡¡¡Pero claro!!! espetó la vieja, con un Alzheimer bastante avanzado... -¡no puede ser que coman sapos!
Y antes de que Cecil pudiera asentir, agrego:
-¡¡¡¡Pobres animalitos!!!!


07 septiembre 2010

Gracias, PRO

Yo no sé, porque yo de política mucho no entiendo estos días. Pero cada vez que cualquier PROhombre o mujer abre la boca, siento que se avanza un poquito.
Que el Estado porteño pretenda ser querellante en la causa de la demolición del gimnasio, no es una estrategia muchachos. Es tomarnos por estúpidos, miren que nos damos cuenta, eh? Hasta los que los votaron se dan cuenta.
Que el ministro de educación de la ciudad acuse a los estudiantes secundarios de atentar contra la educación pública y promover la persecución política y la amenaza como respuesta a legitimísimas demandas, eso es que les falta un golpe de horno.
Cada acto de este gobierno porteño parece ser un castigo sin fin para los distintos estratos de ciudadanía, un atentado permanente a lo público, una banal defensa de la peor lógica mercantil pero sin mirada política. Hasta para aquellos que creyeron coincidir ideológicamente con ellos, es patético.

Que aquello por lo cual estos tipos llegaron allí, les escupa en la cara a quienes por eso los votaron y a nosotros también, carajo, que los miramos absortos. La ajenidad de lo político visto como una virtud dejó de ser una moda. Gracias, chicos PRO.

Gracias por hacer rabiar a nuestros críos, gracias por insuflarles la pasión que sólo contándoles no podemos, gracias por hacerles entender, por si no lo sabían, que eso que están haciendo se llama política.


{post-post: gracias Laura)

05 septiembre 2010

De las conversaciones que tenemos con Saúl

Sólo es posible hablar con Saúl si la conversación lo alude de alguna manera. Si se quiere sostener más que un saludo con él (o si se está dispuesto a hacerlo) es necesario saber que inevitablemente, la conversación lo aludirá, más temprano que tarde. A algunos que lo saben, eso no les molesta especialmente e inician con él una conversación sobre los proveedores de Cable e Internet, sabiendo que probablemente la charla derivará hacia su preferencia de Fibertel sobre Telecentro, pese a que el servicio técnico es lo peor que él conoció —y-no-tengo-veinte-años— y que por más que él va a votar a cualquier Kirchner, esto de las licencias le parece una cagada. Hernán, por ejemplo (yo no termino de saber si por respeto o impericia) lo escucha atentamente, o lo finge, porque sé por propia experiencia que no es posible concentrarse mucho tiempo en lo que Saúl dice. Los aháes, mirá voses y  qué cosas se multiplicarán unos tras otros bajo la apariencia de una conversación común y corriente, pero delatando un creciente aburrimiento.
No es que Saúl se abalance sobre los vecinos para hablarnos, como sí hace Tita que abre la puerta apenas oye voces en el pasillo, no. Sólo si uno excede el “cómo te va” o tiene la impericia de decir algo acerca del clima, comenzará —a veces más lenta, a veces más rápidamente— a llevar la conversación hasta su propia persona. Sus deseos, preferencias, convicciones políticas, graduación de miopía o historias juveniles comenzarán a hacerse carne en la conversación, que pudo haber empezado con  un “dejá, yo cierro” o “no encontraba la llave”.
Como experimento psicosocial y de puro aburrimiento, me propuse no evitarlo más y tratar de cagar a Saúl. Iniciar con él una conversación y evitar por todos los medios que me hable de sí mismo. Así, cada vez que empieza a hablar del dolor de sus articulaciones tras mi comentario de qué manera de llover estos días, yo replico diciendo que mañana, según el servicio meteorológico, va a ser una monada. No resulta fácil, él siempre encuentra el camino por más sinuoso que sea. En los últimos tiempos, además, me parece que se dio cuenta de mi juego y tomó el guante. Estoy segura de que quiere darme batalla porque ayer me tocó el timbre, cosa que nunca había pasado desde que vivo en este depto. Desde el momento en que me dijo buenas tardes me puse a pensar en cosas abstractas y generalizadoras que lo sacaran a él de la conversación, viniera por el tema que viniera. Tuvimos algo como una conversación que se desarrolló más o menos así:
—Quería avisarte que el próximo mes me toca a mí la administración por un año. Y quería avisarte con tiempo, que las expensas se van a ochenta pesos, porque así no alcanza para nada.
—Todo bien Saúl, no hay drama. Gracias por avisar. Es que el costo de vida está tremendo.
—No me lo digas a mí, —respondió. Vengo del supermercado y con 100 pesos compré…
—El otro día me dieron 20 pesos truchos, —interrumpí. Parece que andan circulando muchos.
—Ah, sí, —dijo. —A mí por suerte no me agarran. Yo los miro bastante, viste? Una vez un tachero me quiso encajar uno, pero yo boludo no soy, eso era una fotocopia...
—¿Viste que en la librería de Jonte pusieron una fotocopiadora?
—¿La Martín Fierro? yo no compro más ahí porque el otro día me vendieron un talonario de recibos a....
—¿No te encanta la palabra "talonario"?
Justo sonó el teléfono y tuve que despedirlo y fue afortunado para mí, era notorio que no tenía más recursos. 
Mañana voy a hablarle de la primavera... esta vez no me agarra.