29 octubre 2009

13

Igual, pese al reloj y la estatura (no te agrandés, piojo. Pasarme a mí es tan fácil...) seguirás siendo mi enanucha, siempre. Y más reloj y más estatura tuyas, más emoción y más orgullo míos. Y más ganas de decirte que sos alucinante, mi amor.
Feliz cumple, hermosa.




25 octubre 2009

Un desprolijo deshilván

Como mi estotro generó aquello (y estos movimientos me parecen taan interesantes),  acepto esa especie de  desafío de deshilvane. Iba a decir desentrañe, pero dejemos mejor al concepto con todo y sus entrañas, al menos por ahora y hago mi pequeño aporte al deshilván (que también puede ser) desde lo que -creo- significa la democracia para el imaginario social argentino actual.
En primer lugar la discriminación (una dice algunos términos y ahí está agazapada la policía de las palabras) que no por evidente es tonta: democracia es un concepto político. Su significación alude a la dimensión política de las relaciones humanas -la que tiene que ver, en su sentido amplio, con los modos de organización social, de convivencia y disposición para la supervivencia de todo el conjunto social- y desde allí desplaza su sentido hacia otras dimensiones (un padre autoritario, un jefe tirano, una educación fascista, un grupo democrático), pero se nutre también de aquél producido en estas relaciones: de cómo somos, de cómo es nuestra cultura, de qué modo tenemos de vincularnos. La micropolítica, dicen algunos.
Pellizco entonces apenas la punta de otro hilo que tiene que ver con una mirada generacional, inevitablemente (puedo, ¿no? hablamos de "imaginarios", esa palabra tan laxa también, tan difícil de precisar). Y me pregunto, de paso, por esa idea de democracia que pueden tener hoy quienes nacieron en ella, para quienes su oposición de sentido al de dictadura es inexistente o alude sencillamente a la historia y para quienes tampoco existe obviamente, su sentido más profundo como cuando en los setenta aparecía ligada a socialismo.
Esos sentidos no están presentes quizás en el imaginario actual de la palabra,y hay que decir que tampoco  aquél vinculado a la equidad social, eso de que con la democracia se come, se cura y se educa.
Los noventa, más que la dictadura, cercenaron el camino de la construcción de un nosotros común desde el cual fuera posible modificar -para mejorarla- la realidad social.
Una época donde lo político se encuentre restringido a la mínima expresión del voto, de lo gobernable, de la privatización del espacio de lo común, dará como resultado una democracia -o ya que estamos en esto, un imaginario de la democracia- también restringido y limitado a unas pocas instancias de la vida social.
Eso, sumado a un contexto internacional en donde el concepto también debe reconvertirse, reacomodarse y ser nuevamente interpretado tan lejos de aquel sueño "líberal" americano donde el sistema podía permitir que cualquier persona pudiera progresar, como del comunista donde a cada quien según su necesidad y a cada cual etcétera, podría dar por resultado, es cierto, una idea de democracia que es lo más parecido a la paz de los cementerios. Sobre todo si la comparamos con épocas donde la latencia del conflicto social hacía que la disputa por su sentido fuera permanente y claro, violenta.

Pero no necesariamente el cambio social, el conflicto, la participación -lo que cargaría al concepto de un sentido popular, pluralista- se comprueba en las elecciones o se da a través de disputas violentas o de convulsiones, cualquiera sean éstas. La paradoja argentina es, quizás, que la tibia perspectiva de cambio progresista (en su sentido de no regresivo) hoy esté más presente en el discurso del gobierno y desde ahí logre articular ciertas expresiones populares, que al revés (y por eso se hace difícil -me parece- la profundización del proceso. Es una opinión, sencillamente. Ni una respuesta, ni una hipótesis).

Quizás lo que falte sea aquél sujeto social que pueda hacerse cargo de esas reivindicaciones. Quizás los intensos-y poco exitosos- esfuerzos de espacios tales como el "pinismo" o Carta Abierta intenten esa construcción. La izquierda no creo. Y el movimiento social, quién sabe bien qué es  hoy. Así como en Brasil, en Bolivia o en Uruguay los gobiernos existentes son expresión de un proceso en donde estos movimientos sociales fueron conformándose en políticos y llegando a gobernar, en nuestro país esa articulación hasta podría decirse que fue inversa.
De todos modos, los debates generados alrededor de las leyes, la situación de la corte suprema de justicia, la apropiación del discurso reivindicador de los derechos humanos y la continuación de los procesos judiciales a los represores, el acercamiento a la problemática regional, son sin embargo instancias en donde los sentidos, el imaginario democrático, se consolidan, se profundizan. O van en esa dirección. Al menos, sientan escalones, mojones desde los que es difícil volver. Los debates acerca de la ley de medios o de la redistribución, háyanse o no construidos, tengan o no (y es legítimo que lo tengan) intereses detrás, han generado participaciones que eran impensables en los años del menemismo o del delarruismo.
Pero aunque la pretensión de democracia como la paz de los cementerios es efectivamente deseable para algunos (aquellos quienen "no quieren que les rompan las pelotas" son quienes no sienten que estén involucrados en ninguna cuestión común, como si fueran parte de una realidad desvinculada ), la realidad indica permanentemente que el conflicto siempre está, la cuestión es de qué modo se dirime y cuáles actores sociales intervienen.
Hay una democracia que es conveniente. Conveniente a los intereses de los grupos dominantes, conveniente a un modo de acumulación. En otras épocas, hay que decirlo, ninguna democracia era conveniente.
El sentido que hoy adquiere tiene que estar necesariamente vinculado con la ampliación de sus posibilidades. Una disputa, por poner un ejemplo, por el reconocimiento de la CTA podría ser vista como un simple debate burocrático acerca del otorgamiento o no de personería jurídica, o como la construcción de nuevos espacios de legitimidad que avanzan en la democratización de ciertos espacios de poder.
Digo, sencillamente, que eppur si muove.


--------------------------


Y ya que hoy es hoy, como saludo a mis hermanos charrúas, que con otra cultura política, atraviesan, charco mediante, situaciones que acá estarían muy lejos de acontecer (que si tenemos coincidencias culturales con alguien es con los yoruguas, aunque tendamos a olvidarlo de puro porteños que somos: existe una cultura rioplatense, riquísima a la que estúpidamente solemos dar la espalda y de la que tanto podríamos aprender).
Y ellos saben, sabían antes, cuando el genial (siempre como Columbo disfrazado de torpe) Masliah decía esto, por ejemplo, que los argentinos en nuestra puta vida diríamos: eso de que el "se va a acabar" podía derivar, podía tener el riesgo de ser, también, la paz de los cementerios.
16 regreso a la normalidad  by  Gachi ]
Y ahí están ahora en la calle (todos menos Lacalle, je) para que no lo sea, con las banderas del Frente.
Mis respetos para ellos.

18 octubre 2009

Movimientos

Domínguez decía MUA estirando las vocales y mirándonos, mirándome a mí y a mis piernas, a Silvina y a sus piernas.

Hace un segundo miré frente a mí sobre la pantalla, la imagen se superpuso al calendario, irrumpió como si alguien la invocara esa imagen MUA, movimiento uniformemente acelerado, y Octubre en negrita, October más pequeño, sin negrita. Y arriba chiquito, oscuro y pesado como un pisapapeles de nuestros papeles viejos, 2009. Cosas que escribió la enana, ví también, un círculo en la fecha de su próximo cumpleaños, carajo, los próximos cumpleaños. Un típico movimiento uniformemente acelarado, decía Domínguez caminando lentamente por el aula con las manos en la espalda, es la caída libre, y lo odiábamos. Caída libre: vaya oxímoron.

Lo detestaba porque estiraba las vocales y nos miraba las piernas a Silvina y a mí. Y porque quería imponerse y disciplinar y porque era un hijo de puta. Quería que se muriera, que se cayera por las escaleras como aquella vez que lo ví caerse frente a mí y largué la carcajada, y corrí espantada rogando sin éxito que no me haya reconocido, pero esta vez observarlo desnucado, yo impertérrita.

Y entonces ahora mismo, en este instante,  la velocidad constante es esa ballena de mierda del calendario que tengo frente a mí sobre la pantalla que me muestra además Septiembre September que permanece persistente pese a que dejó de existir y sin embargo ahí está, con las marcas pasadas "prueba de lengua, cumple de la titi" de la misma pero distinta enana, como si eso existiera todavía más allá de ella, de mí -de nuestras memorias- y de ese puto calendario.
Por qué exclusivamente las ballenas, si nadie está a salvo.

Y es como si lo viera frente a mí ahora pronunciando MUUUUAAA y mirándome las piernas y diciendo con la misma cadencia SEPPPTIEMBRE, apretando los labios en pt, repugnantemente libidinoso, imperativo, impune. La vida misma, en caída libre el movimiento uniformemente acelerado que seguramente lo habrá hecho reventar, también a él, contra el duro piso del final.

Caída libre.
Uhuuuu.

15 octubre 2009

La polisemia de las palabras actuales

Democracia es una de las palabras más polisémicas que debe existir. Incluso, si el "polisemismo" de las palabras se midiera por épocas (calculo que sí, pero mucho del tema no sé, seguramente los amigos de letras o comunicación pueden darme una mano), esta época es una donde la palabra "democracia" adquiere más significados aún, quizás porque su sentido está en juego.
En sociedades donde la posibilidad de existencia de las democracias es contingente, donde los problemas más pesados se arreglan con palo y a la bolsa, donde te dejo opinar pero no me rompas demasiado las pelotas porque siempre hay alguna patota por ahí buscando empleo, que la democracia "valga" (que su sentido sea disputado) no es moco 'e pavo.
La amenaza del atajo siempre está, de todos modos, a la vuelta de la esquina para quienes detentan el poder en nuestros lares. Y los poderes en las sombras, que los hay, sino qué fácil. Pero parece -al menos por estas épocas donde se habla de leyes, parlamento y debates- que a veces el atajo no es tan fácil y hay que atenerse a determinadas reglas de juego. Al menos. 
Eso, me parece, está lejos de querer suponer que hay un terreno ganado. Los atajos tienen múltiples formas, y muchas de ellas parecieran "colarse" en lo cotidiano. Si el fascismo es fácil de detectar, preocuparía sólo en su "tipo ideal" de representación política, quizás como apología. Bestias como el animal ese, candidato al pro, de ciudad de Gálvez que proponía quemar las villas, o como el inefable rabino Bergman, habrá muchas para nuestros gustos, pero son las menos. 
Discursos más sutiles se cuelan con las mismas ambiciones de homegeneización, control o dominación, que aquellos otros tan fácilmente detectables. O tan fácilmente cuestionables, también.
Se puede también proclamar -declamar- el debate y las reglas de juego democráticas, escondiendo el cuchillo en la espalda (como la primer espeluznante y realista publicidad de Coto -quién lo diría, no?-, cuando era un matadero nomás, que seguramente por alguna denuncia de sociedad protectora de animales terminó eliminando el cuchillo del dibujo... ¿nadie se acuerda de eso? ¿tan vieja soy? ¿eh?) y mientras agazaparse, conformar alianzas, prorrumpir a cuatro vientos el respeto por la democracia, murmurar por lo bajo lo feos, sucios y malos que son los peruanos o decir que el campo somos nosotros y el olor a bosta es rico pero el olor a mierda es feo. Y que la patria somos todos nosotros los porteños.  
Y esto no es pensar en políticas conspirativas sino, de nuevo, en los hilos sociales del poder y en sus múltiples formas ideológicas.


Funcionó durante un tiempo, en ese sentido, el discurso del liberalismo cuando minimizó el espacio de lo público, y terminó estrepitosamente. En aquella época, hasta donde yo me acuerdo, no se hablaba mucho de democracia. 
Desde aquel tiempo a esta parte, sentidos de la palabra: fue transicional o posdictatorial. Fue restringida. Liberal. Se quiere consolidar o profundizar. Se democratiza, o se democratizará, o se debería democratizar: el gremio, el sindicato, el partido. Las relaciones familiares, las relaciones amorosas. La escuela, la educación, la cultura. La justicia. Se la quiere más participativa, claro que algunos la querrán menos participativa. 
Se le adosa al concepto de cultura política para enaltecerlo, tan vapuleado él, pobrecito.
O es, sencillamente injusta. A veces puta.
Formal es la que le cierra al poder hegemónico. Por eso no tolera la gente en la calle, la manifestación, los espacios comunes, los contenidos.  En otra época, no hace tanto, ni esta necesitó.

En aquellos hilos sociales, quizás insectos en sus telarañas, qué vocación de moscas, pensar en qué sentidos contrahegemónicos, en qué nosotros, en qué.
Si existen modos mejores de vivir, no hay otra: van a tener que ver con lo común: regulado, autogestionado, comunitario, cooperativo, asociativo. Disputar el sentido de democracia desde su posibilidad de existencia hoy es poco, por más Honduras y López que haya. Ahí tené, la democracia, nos pueden decir. ¿Qué más queré? (la ley de medios es más, por ejemplo).
Moscas insaciables.
Una vez nos dijo una profe que en los setenta salían a la calle a gritar por el socialismo (y eso terminó en el golpe). Y yo me acuerdo que en los ochenta gritábamos porque se acabara la dictadura militar (y eso terminó en el indulto).
En los noventa nada (y eso terminó en crisis).
En el dosmiluno se escuchó qusevayantodos y la-la-lá, la-lá.
Sentidos, sentidos.
And now what?
¿Qué democracia tenemos? ¿consolidada? ¿en transición? (¿hacia dónde? ¡mamita!) ¿inestable? ¿imperfecta? (qué sagaz) y más...
¿Qué democracia pretendemos?
y quizás, y simultáneamente a todas ellas, el mismo autoritarismo en lo microsocial que rige las relaciones sociales, laborales, familiares, escolares. 
Lo personal es político, reza el lema feminista.
Un concepto de democracia vinculado con la convivencia, con la negociación, el consenso y el disenso, también, que se proclama pero vos callate.


Quizás por versátil se lo use para decir cosas tan distintas, o quizás porque es expresión de conflictos, de luchas que tienen que ver con espacios disputados.

05 octubre 2009

De cómo éramos (cuentito de los ochenta)


Ochenta y cuatro, sería. Como mucho ochenta y cinco. Volvíamos de una marcha de esas masivas, de esas en donde uno se sentía parte de algo, de algo grande. Antes del bajón de las felices Pascuas, antes de que la pompa de jabón de la primavera democrática estallara implacablemente convirtiéndose de una promesa redonda, perfecta, a este mejunje (gané una apuesta por esa palabra) de colores desteñidos y de barro.

Volvíamos con el flaco para el Docke, donde él vivía por esa época, y el bondi -el 33- se llenó de todo un grupo de los muchachos de la comunidad organizada con las banderas de Perón y de Evita, las veinte verdades y los mejores bombos, la camisa abierta y los gritos, los cantitos, las jodas. Veníamos del mismo lado pero desentonábamos absolutamente nosotros dos, él con barbita y pelo largo y el morralcito, yo medio hippona, aros y sandalias tipo hindú, (obreros y estudiantes, ponele, je) nos sentamos separados, él en un asiento de uno, cuando subieron los muchachos y se mandaron todos para atrás, cerca de él.
El flaco se corrió haciendo lugar en su asiento para dejar sentar a uno de ellos y siguieron el viaje conversando los dos, hasta que otro, desde la otra punta del colectivo, le gritó a su compañero:

-"¿Y negro? ¿cómo va el diálogo con la zurda?"

Fin