Y los vamos perdiendo,
quizás porque abominamos la posibilidad de vernos a través de ellos transcurrir inexorablemente,
o porque se nos presentan como piezas de un museo vital, nuestro pasado. Estáticos, odiosos, desafiantes.
O porque, como todo, esto también se gasta.
O porque, a veces pasa, irrumpen otros gustos, otros deseos, otras expectativas.
El amigo, un blog, algún amor, estas palabras.