29 enero 2009

El inicio del peor año

Mirábamos la tele en la casa de mi viejo, en una imagen que hoy se me hace tan amarga que no puedo terminar de discernir cuánto de mi bajón personal por una posible -y probable- separación influyó, y cuánto la sensación era absolutamente asignable a aquellas imágenes que se iban haciendo nítidas a nuestra comprensión a medida que veíamos salir del cuartel, manos en alto, chicos y chicas como nosotros, que -veíamos y presumíamos- podían ser nuestros amigos, compañeros de facultad, de militancia, hasta nosotros mismos...
En los dibujitos animados el pasmo, el no entender lo que pasa, suele figurarse con personajes frotándose los ojos, como intentando correr un velo que muestra una fantasía que de ningún modo puede ser cierta. Nos hubiéramos restregado una y otra vez los ojos con furia, de haber sido -como en ese momento me hubiera gustado- dibujitos animados. Pero no éramos, no somos. Y por ser lo que somos necesitábamos primero discernir "estos-tipos-no-son-milicos", ir de a poco, ir todo lo de a poco que nuestra esperanza última de que no fuera lo que nos parecía que era demandaba. Y con todo ese de a poco darnos cuenta de que sí era, de que otra vez (y van...) depositar un deseo en una esperanza era estúpido, vano.
42 eran los pibes y 3.600 los efectivos de las fuerzas de seguridad, que tan "efectivos" fueron, como en otras épocas, como ahora mismo, que mataron a 28 y desaparecieron -como señal de que la amenaza de que todo puede volver siempre está presente- a 3.
A veces la historia, los procesos sociales, se "concentran", como si fueran un fluido que de tanto hervir va solidificándose sin perder -sino al contrario- sus propiedades.
El copamiento del regimiento de Tablada fue uno de esos hechos de nuestra historia que concentra, densifica: una política caduca, ya sin ideas, sin recursos. Una clase dominante despojada -y era sólo un atisbo de lo que se venía- de culpa y vergüenza, que recurría nuevamente a la más cruda represión como si realmente se hubiera encontrado amenazada. Una izquierda trasnochada que asumía para sí la representación del pueblo todo, como pretendiendo que nada había pasado a lo largo de la historia o que era posible con ese solo acto, redimirla. Un "progresismo" que se abrió de piernas horrorizado negando a todos y cada uno, echando nafta al fuego para que todo acabase más rápido y pudieran volver a dormir sin culpa, que nunca reclamó en este caso ni verdad ni justicia ni memoria. Unos jueces tan corruptos como lo siguen siendo y que cayeron con todo el peso de la ley -de su ley- contra pibes que en su mayoría nunca habían tocado un arma. Una derecha energúmena, que como tantas otras veces, se frotaba las manos y veía cómo, cual una ofrenda, esta acción les había ofrecido una de las mejores excusas para que ese año 1989 fuera el principio de otra era de mierda en la historia de nuestro maltrecho país.

26 enero 2009

Cierto humor (registrado)

Pensaba, recordando la charla con un amigo, qué personas o factores de mi educación o formación habían influido decisivamente en mi ideología (en un sentido amplio, qué se yo...) actual y debo decir que una circunstancia casi fortuita hizo caer en mis manos un destino que probablemente no haya sido -él mismo- fortuito, pero estoy segura de que al menos no hubiera sido exactamente como fue. 
He aquí los hechos: mi viejo era un tipo sencillo, calmo y chistoso. Chistoso de esos que hacen chistes bobos como al pasar, con esa profundidad que ninguno de nosotros podía adivinar conciente, aunque algunos a veces lo sospecháramos. Le gustaba llegar al chiste bobo como coronación de cualquier escena, incluso las más impensadamente trágicas o tristes. 
Que mi viejo cayera en casa con una revista de chistes no era por tanto cosa de extrañar, digamos que no nos hubiera cambiado ningún código. El hecho fortuito en todo caso, era que él no sabía (al menos al principio) que esa revista no era estrictamente una revista de chistes. Porque mi viejo, además, era un tipo al que particularmente la política y la cultura no le interesaban. Jamás, por ejemplo, le escuché hablar una palabra en contra -ni a favor, debo reconocerlo- de los milicos y en casa no había libros salvo la Salvat de 12 tomos y alguna Selecciones.
Debe haber entrado por muchas puertas de la misma manera, supongo, la revista Hum®. Lo cierto es que en los años de la dictadura la revista nos abrió un mundo a los adolescentes de entonces, sobre todo a quienes teníamos pocas posibilidades de zafarle al negror....
Quizás esa misma puerta grande e incierta haya permitido que los milicos la dejaran pasar al principio, y después fuera tarde para matarla, de cualquier modo su persistencia en esos años no dejó de ser un misterio... 
Lo cierto es que seduciendo su portada de un modo casi insolente desde el kiosco de revistas, las caricaturas de sus tapas, las historietas de su interior (inolvidables las tapas de su director Andrés Cascioli, por ejemplo, o las excelentes historietas de Grondona White, Altuna, Trillo, el yorugua -como su nombre lo indica- Tabaré, entre tantos otros grosos de la historieta) y un poco más tarde -después obviamente de devorar cada una una de las páginas con dibujos- la política, la buena literatura, la música, el movimiento de derechos humanos, nos hizo conocer un mundo que para muchos de nosotros hubiera -como mínimo- demorado  en aparecer.


Vaya entonces este reconocimiento -generacional, hasta podría decir- a esa gentusa que de alguna manera nos ayudó a ver caminos cuando la realidad sólo parecía mostrarnos paredes.