31 octubre 2010

De la muerte y sus partos

Se dice de la muerte que es cancelatoria, que es injusta, que casi siempre es temprana. Aunque -desde la propia definición de "naturaleza humana"- nos puede acontecer en cualquier indefinido momento de nuestras vidas y por motivos "naturales" de lo más variados (entonces es natural se dé en las circunstancias en que se dé), la muerte es injusta aunque sea inexorable y es temprana aunque sea en el momento exacto.

Llanto, O. Guayasamin

La muerte, cuando está vinculada a la política, ese espacio de todos, es -también y en diferentes medidas- una muerte de todos, una muerte que nos concierne.  Por eso consterna una muerte política, con más razón si es sorpresiva, con más razón si es de un dirigente, con más razón si ese dirigente fue presidente de un país,  con más razón si muere en un momento político donde se vislumbra una construcción política, con más razón, finalmente, si su rol era o fue determinante en esa construcción.
Cuánto y cómo nos concierne puede hacer la diferencia, puede ser el factor que marque un antes y un después en determinada concepción y prácticas políticas conocidas hasta el momento.
La muerte de un político es un acto político.

El otro día el flaco me contaba cómo se había vivido treintaypico años atrás, la muerte del Viejo,

[no me decía "yo no era peronista" del mismo modo en que hoy se dice "yo no soy kirchnerista". En los setenta no ser peronista era, necesariamente, ser otra cosa -trostkista, marxista, guevarista, anarquista, socialista, comunista, radical, liberal, fascista- tendencias algunas que incluso se manifestaron dentro del propio peronismo- y "no ser kirchnerista" es decir " a mí la política mucho no me va pero"].

y qué transmitía aquella despedida, para él, que no era peronista, pero se sintió convocado. "La derrota", sintetizó. Todo no podía más que empeorar, en aquel julio del '74. No fue la muerte del Viejo la que la produjo, sino la que la dejó fluir, pero ya estaba en plena gestación.

De las últimas de estas muertes políticas, la de Alfonsín es la más presente, por más próxima y porque fue otro ex presidente con un gran peso político y simbólico. A Alfonsín mucha gente lo despidió, más que nada pero no únicamente radicales, también él fue símbolo de una época, emblema nada menos que de la transición argentina de la dictadura a la democracia. Sin embargo, en la despedida [parecía ser que] sus simpatizantes despedían también los vestigios de una vieja forma de hacer política, de un partido de masas capaz de disputar la representatividad del pueblo. El casi único triste legado de aquel radicalismo (porque Cobos claramente no lo es) fue su caricatura, Ricardo. Nada que hacerle. 
La muerte de Alfonsín, en ese sentido, cerraba tan claramente un ciclo como la muerte de Kircnher lo abre.

Se dice, y con razón, que este 2010 empezó en el 2001, donde hubo que arrancar rejuntando los restos. Pero también estaban los restos de otra derrota y la originalidad del kirchnerismo es que también los recogió. Los pedazos rotos de aquellos años fueron por primera vez piezas del nuevo rompecabezas político de nuestro país.
Si es cierto que se aprende de las derrotas y de las experiencias, dos son mejores que una. Y si es cierto que la construcción de hegemonía tiene que ver con la capacidad de aglutinar demandas de sectores cada vez más amplios, de interpelar a más actores sociales, de generar consensos, tomar aquellas banderas era una señal en esa construcción. Hay capacidad aglutinadora en este movimiento que se va reconociendo, paulatinamente, en la calle. Estos días la Plaza tomó aires de asamblea popular cuando la gente aplaudía o vivaba a las personas entrevistadas frente a las cámaras que transmitía la pantalla gigante, cuando inventaba consignas, conversaba, se reconocía. Ciertas aguas, que venían encontrándose en distintos recorridos, confluian nuevamente (por si no estaba claro cuáles aguas estaban del otro lado, la muerte de Kircnher aclaró todavía más el panorama) y conformaban -conforman- este nuevo delta. Local, regional, latinoamericano, a todo ello contribuyó el esfuerzo (qué si no podría ser este reconocimiento) y es parte del corazón que pareciera estar pariendo esta nueva era.

Todavía nos faltarán lecturas, análisis, aportes. Ver más, escuchar más, prestar más atención, formar parte, quizás sea el signo de estos tiempos.

Se dice que un nacimiento es un acontecimiento para celebrar. Salud, entonces.

 Manos de la esperanza, O. Guayasamin

27 octubre 2010

...

Que se diga lo que se quiera, por suerte podemos.
Que se hable de lo malo, que se siga diciendo con buena leche y con mala leche, como solemos hacer los argentinos.
Que se critique. Constructivamente y que se siga criticando destructivamente, porque va a pasar y porque hay que atajarlo.
Que provoque pasiones, por fin (que se horrorice la clase media más gorila, que despotrique la zurda denserio, que los fachos intenten sacudirse la tierra).
Que siga el espectáculo, en el mundo y en este ispa, porque va a pasar y porque hay que atajarlo.

(de todas las fotos, yo me quedo con ésta)

25 octubre 2010

La historia que persiste por debajo..

Sanabria y César Díaz, la semana pasada (cuando rasquetearon)

20 octubre 2010

Cuestión de jeraquías

-Lo que me preocupa es la ocupación del espacio público, -dijo una persona que veo con más frecuencia que la que quisiera, cuando nos anoticiamos de lo de hoy.
Es increíble que sea una respuesta posible, porque -sin ninguna pretensión de jactancia humanista- ese pensamiento podía extenderse hacia la temeraria afirmación de que hasta esa muerte podía haber estado justificada. Si bien es cierto que en este caso la muerte probablemente no haya sido producida por la policía -aunque si la policía hubiera intervenido seguramente no habría pasado lo que pasó- el argumento es funcional a un pensamiento peligroso, que en los ochenta se llamaba la "teoría de los dos demonios" según la cual las fuerzas armadas (demonio 2) respondieron con violencia a la violencia de la guerrilla (demonio 1) frente a la consternación de la sociedad que fue una simple víctima. Esa teoría -gracias en parte a la potencia de las organizaciones de derechos humanos- ha sido afortunadamente superada, y sin embargo, como la vida misma, vuelve corregida, que es lo mismo que decir que la historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa.
Si de los acontecimientos de hoy terminamos discutiendo más la cuestión "de fondo" de la ocupación del espacio público (cuando estos discursos se hacen fundamentalistas es cuando hay que escribir con mayúsculas CIUDADANO, INSTITUCIONALIZACIÓN, LO PÚBLICO, y eso importa más que los pobres, que ni siquiera entenderían todo esto) que la muerte de un pibe (¡"aunque"! hubiera sido del P.O, léase, se lo anduviera buscando) tenemos -como mínimo- cierto problemita con la jerarquización de los temas, por no decir mala leche.
Lo de hoy pudo haber sido infortunado si bien no fue un accidente, pudo haber sido extraordinario aunque siempre haya muertos en las calles argentinas, pudo haberse evitado si no se hubiera permitido que pase. Lo cierto es que pasó, habrá que no dejarlo impune y echará luz sobre lo que hoy es el sindicalismo mafioso en nuestro país (y de paso cañazo, lo que es la izquierda, aunque con una muerte en el medio no se pueda hablar tan plácidamente), pero habrá que prestar atención a cuál es el tema que discutimos a partir de esto.
Si discutimos el rol de la burocracia sindical, la persistencia de la flexibilización laboral, la situación de fragilidad de ciertos sectores sociales.
Si discutimos el rol de la izquierda, su lectura de la realidad, o la posibilidad de política con pretensiones emancipatorias en esta época.
Si discutimos sobre los modelos económicos, de cómo intentar disminuir los niveles de exclusión social.
Si discutimos sobre el rol de la policía, sobre el derecho a la protesta, sobre los más débiles del sistema.
O si pensamos en la ocupación del espacio público.
Y después me dicen que la lucha de clases no existe.

16 octubre 2010

Mudanza rai nau

Fue una revelación. Retornando agotada en taxi a casa después de viajar una hora y media en auto para volver después de una reunión de trabajo en Los Polvorines después de viajar una hora y media en auto para ir después de trabajar todo el día en un día difícil como aquellos me di cuenta de esto (después de darme cuenta hace ya tiempo de que mis vecinos están gravemente locos): esta parte del barrio en el que vivo está construida sobre lo que supo ser un manicomio (neuropsiquiátrico o loquero, según se quiera o no utilizar términos políticamente correctos)  y entonces -deduje o se me hizo la luz- debe cargar con una maldición, como los cementerios indígenas (o aborígenes o campesinos, diría Javi). Por eso mis vecinos están piantados.
Eso fue porque Daniel que iba adelante en el auto que nos devolvía a la civilización porteña (es con ooonda) contó que el centro cultural del que volvíamos antes había sido un convento y que la Universidad había sido tierra de milicos.
Así que cuando volvía en el taxi después de todo aquello que contaba más arriba, se me vino de nuevo a la cabeza esa conversación reveladora y fue un alegrón, porque, por fin, pude encontrar una explicación racional al extraño comportamiento de mis vecinos.
Ah, ¿no es racional?
¿No es?

07 octubre 2010

Nuevas generaciones

-Che Rochi ¿no me vas a pasar nunca tu messenger nuevo?
-Ay, mamá: ¿no te parece que ya nos comunicamos bastante?

03 octubre 2010

Por qué no

(Paraná y Corrientes, Ciudad de Baires, estos días)