27 octubre 2011

22 octubre 2011

El miedo a la libertad

Salta y Moreno, Baires, ayer

17 octubre 2011

Diatriba del asunto

Yo no sé si es justo decir que hay palabras jodidas, porque pobres ellas, qué culpa tienen del significado que les dan, o de la utilización que de ellas hacen o de su bastardización, ¿eh? ¿Qué culpa tienen ellas, en definitiva, de salir de las bocazas de quienes las profieren (de ser escupidas) o de emanar de los dedos de quienes las teclean (de derramarse en pantallas a veces impúdicas desde teclados indecentes)?

Quizás entonces habría que decir que las palabras son usadas jodidamente, pero eso sería penoso. Porque si sólo existen para ser utilizadas ¿cómo serían vanas, o desoídas, o malentendidas? ¿cómo sería posible ignorar o pasar por alto o evitar gritar? ¿Cómo tendrían ellas su propia autonomía y se desprenderían de nuestro estúpido balbuceo para lucirse con brillo propio libres de contexto? (palabras como improperio, o encrucijada, o digresión).

Entonces capaz que lo que hay son tipos de palabras jodidas, porque vienen jodidas en su intención, como el eufemismo, que intenta tapar, disfrazar, eludir, atenuar. El eufemismo presenta una versión berreta de la realidad, es su ocultamiento, su estúpido consuelo.

Y yo no sé la verdá si asunto es un eufemismo. Si lo fuera, debería ser una especie de eufemismo-comodín, un genérico como esos repuestos chinos que sirven pa cualquier cosa. Es una de esas palabras que habría que poner siempre entre comillas, porque se usan como con disimulo, tengo un "asunto" que tratar, ¿cómo te va del "asunto"?

Por otra parte, los asuntos del poder siempre parecen turbios, y tampoco suena muy simpático que haya una Comisión de Asuntos Legislativos, porque pareciera que quién sabe qué cosas se cocinan ahí de las que nosotros no tenemos ni la más puta idea.

El asunto también puede tratarse de meterse en los de uno, sea quien sea uno, y mejor vos metete en los tuyos, seas quien seas vos.

Y en una lógica inversamente proporcional, su intención se ve exasperada con el uso de su diminutivo: algo chiquito, inocuo, algo que tan poco vale la pena que ni siquiera amerita ser preguntado, tengo que atender un asuntito o tengo un asuntito con ella (aunque la cuestión de los diminutivos debería ser tratada globalmente, con preguntitas, problemitas, cuestioncitas).

Mejor hablamos de las cosas importantes.
El asunto es el siguiente:

10 octubre 2011

Una tristeza

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
 [sar Vallejo, los Heraldos Negros]



Por qué la tristeza no tendrá la propiedad física de la materia, que si se comparte es porque se divide, o se diluye, o se evapora, y entonces se atenuaría. Pero esta tristeza no, esta tristeza se hace más fuerte y se afirma aunque se comparta, a pesar de nuestras manos y nuestros abrazos la sensación te inunda y es tan intensa y qué importa en quién más, qué importa nada de las cosas cotidianas, qué comemos, cuánto tengo en la cuenta o me hinchó las pelotas tu actitud, qué importa cualquier cosa en este instante, este momento en que sé que te preguntás por qué la tristeza no dará tregua ni le servimos un poco, un rato, cada tanto.
A lo mejor no nos terminamos de volver locos porque ya estábamos locos, dijeron. Y debe ser cierto, aunque se hayan repetido una y otra vez qué hacemos ahora.
Estaremos sin palabras, mezclando lágrimas y gestos de incomprensión y compartiremos aunque atenúe poco, casi nada, esperaremos con ustedes a que el tiempo vaya sanando, vaya venciendo, como suele acostumbrar, a las tristezas más profundas.
Porque si no no sé.