10 octubre 2011

Una tristeza

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
 [sar Vallejo, los Heraldos Negros]



Por qué la tristeza no tendrá la propiedad física de la materia, que si se comparte es porque se divide, o se diluye, o se evapora, y entonces se atenuaría. Pero esta tristeza no, esta tristeza se hace más fuerte y se afirma aunque se comparta, a pesar de nuestras manos y nuestros abrazos la sensación te inunda y es tan intensa y qué importa en quién más, qué importa nada de las cosas cotidianas, qué comemos, cuánto tengo en la cuenta o me hinchó las pelotas tu actitud, qué importa cualquier cosa en este instante, este momento en que sé que te preguntás por qué la tristeza no dará tregua ni le servimos un poco, un rato, cada tanto.
A lo mejor no nos terminamos de volver locos porque ya estábamos locos, dijeron. Y debe ser cierto, aunque se hayan repetido una y otra vez qué hacemos ahora.
Estaremos sin palabras, mezclando lágrimas y gestos de incomprensión y compartiremos aunque atenúe poco, casi nada, esperaremos con ustedes a que el tiempo vaya sanando, vaya venciendo, como suele acostumbrar, a las tristezas más profundas.
Porque si no no sé.

2 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Sí, el tiempo. Esperar.

vera dijo...

Te quiero un montonazo negra.