24 septiembre 2010

Chistes grisáceos

Hay cosas de las que no hay que reírse. La gente dice. Como todas las cosas de la gente, el matiz es variado.
Suele discutirse el humor negro desde un punto de vista ético o moral. Que se meta la moral en estas cuestiones, tiene que ver, supongo, con que atañe a temas difíciles para el ser humano, fundamentalmente la muerte, más todavía si aconteció en situaciones trágicas o muy tristes (no que la muerte sea alegre, entiéndase, pero hay escalas).
Como todas las cosas (las humanas, más que nada), eso depende. Depende de quién lo diga, del contexto, de en qué ámbitos se diga, a quién/es, y que sea bueno o no. Los matices, carajo, por qué seremos tan complicados.
No creo -personalmente- que todos los chistes negros sean de mal gusto y algo seductor en la subversión de valores me tienta un poco, (como siempre hay algo de seductor en la subversión -además del menos efectista argumento de que ayudan a sobrellevar situaciones dificilísimas, y esto lo digo por propia marca en el cuerpo, pa´ atajarme, je). Pero bueh, it´s only an opinion y no pensaba este post ser  uno -como su nombre lo indica- de chistes negros, justamente porque todos aquellos condicionantes no existen. Lector, escritor-víctima o victimizado (aunque podría contar cosas que harían llorar a más de uno), contextos variados de escritura.
Pero bueh, como no quería meterme en eso, no sé por qué catzo me disculpo.

Hay un tipo de chiste que está en el borde, o es intermedio, que no ofende ni teme (o no tanto, a los corazones sensibles -demás está decir que no tengo uno) y ahora que me pongo a pensar, se trata de situaciones en las que la muerte estuvo presente de algún modo, pero no aconteció y dejó alguna huella (muchas veces terrible, otras sólo de recuerdo), pero lo terrible -lo más terrible- había podido ser superado.

De los chistes, me acuerdo de éste y de otros, pero escribo éste, por pura fiaca y, como decía el gallego, porque me place:

El tipo en el hospital, despertándose después de unos días inconsciente:
Médico: "Buenos días, señor, me alegro que haya despertado. Ha estado varios días inconsciente, sufrió un grave accidente y debo darle dos noticias, una buena y una mala".
Paciente: "¡¡No!! No puede ser! es tremendo, terrible, ¡dígame, por favor, dígame primero la mala!
Médico: "La mala es que tuvimos que amputarle ambas piernas"
-Oh, no!! no puede ser!! cómo puede ser? esto no me está pasando a mí, esto es terrible, es tremendo. -Y lloraba y se lamentaba, y trataba de mirarse las piernas.
Un poco más calmado, volvió a mirar al doctor, esperanzado.
-¡¡¡Dígame la buena, doctor, por favor!!!
-La buena -dijo el médico con una mueca de satisfacción, -la buena es que el tipo de la cama de al lado quiere comprarle los zapatos.

Pero ése es un chiste. Construido, premeditado. Diría inespontáneo, si existiera esa palabra.

Otras cosas pasaron, y las que sé las cuento:

Nelson había sufrido un ACV. Una cagada total, pero no fue de los más graves. Eso sí, había perdido el habla, algo así como la capacidad de que aquellas cosas que enhebraba en su cerebro pudieran ser dichas por su boca. Adri y Mari estaban refaccionando la casa, y antes de que pudieran seguir pasó eso con Nelson, el papá de Marina. La historia puede tener tonos trágicos si no cuento que al final todos siguen vivos y bien, pero a Mari (mi cuñada, la compañera de mi hermana) tuvieron que intervenirla quirúrgicamente de un tumor en el corazón. Así de rápido, de intempestivo, así de urgente, así de grave el diagnóstico. Lo de Nelson, de pronto, pasaba a un segundo plano. Pero existía, y esta conversación se dio en ese contexto. Porque en la refacción, todo había quedado por la mitad, y un habitáculo sin puertas ni ventanas había quedado construido en mitad del patio.
-¡Esófago! -gritó Nelson.
-¿Cómo, Nelson? -trató de atender mi hermana, preocupada en otras cuestiones.
-¡Esófago! -volvió a repetir.
-¿Esófago? Nelson, qué es? no entiendo, mire... estoy con otra cosa. _¿Le duele el estómago, tiene algún problema?
Tartamudeó, se esforzó, y finalmente se lo escuchó decir, entusiasta y con media sonrisa:
-¡La tumba de Tutankamón!!.
Nelson, demás está decir, había querido hacer un chiste, había querido relajar esa situación, refiriéndose al "sarcófago" que las chicas habían dejado a medio construir en el medio del patio.

Mi suegra (la primera, creo), había empezado a tener demencia senil. Yo no sé si eso existe, pero los viejos están todos locos. Mi suegra estaba loca, también.
Una vez conversábamos amigablemente sobre lentes, vista, ojos, y esas cosas. Hizo un coherente relato sobre los problemas de visión, mis limitaciones (porque los ojos claros siempre sufren más, ya te vas a dar cuenta), el beneficio de tener bifocales y otras cuestiones que yo -por edad y jactancia visual- casi ni atendí.
De pronto, como colgada de la conversación, soltó:
-Ahora, a mí, lo que más me gusta, es cuando la gente los lleva colgados.
-¿Los lentes? -sonreí-.
-¡No, mi amor! ¡¡¡los dientes!!!
La conversación continuó, creo. Yo me acuerdo hasta allí.


Una noticia -sensacionalista, pero noticia veraz al fin- decía que en cierto barrio de González Catán (allá por los noventa, viejo, ahora esas cosas no pasan, jeje) la gente tenía hambre. Y ante la desesperación, habían empezado a comer cualquier cosa. La noticia decía, literalmente "comen sapos en González Catán".
La abuela de Ceci (la esposa del Egar) estaba indignada. Puteaba, insultaba, lanzaba una serie de "estonopuedeser" tan furiosa que finalmente Ceci accedió a compartir.
-Tremendo, ¿no abuela? esto sí que es terrible.
-¡¡¡Pero claro!!! espetó la vieja, con un Alzheimer bastante avanzado... -¡no puede ser que coman sapos!
Y antes de que Cecil pudiera asentir, agrego:
-¡¡¡¡Pobres animalitos!!!!


6 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Y si los comen con menta, los sapos no serán más felices, pero estarán más sabrosos...y, con menta gallega, ni te cuento...
El humor, aunque sea negro, siempre arranca, al menos, una sonrisa...pero no sé dónde se cuelgan los dientes, por aquí los meten en un vaso...

Horacio Gris dijo...

A mí me encanta el humor negro. Es difícil no angustiar al joder con ciertas cosas, pero bueno. A mí me gusta ir alcanzando de manera progresiva ciertos puntos nodales -digamos- de dolor y así ir desanudándolos.
Creo que lo único que sanciona lo negro o no de un chiste es qué tanto está implicado el que nos escucha.

saludos!

pichi ortiz dijo...

Si, yo tampoco entendi de donde cuelgan los dientes.¿A que saben los sapos?, se me hace que parecido a las alitas de pollo.El chiste de gallegos mientras lo leia pense que el remate era que la buena noticia era que le habian amputado tambien los ojos, que boludo jojoj.

G dijo...

Lo de la menta gallega me encantó... debería darme una vuelta para ver cómo es! Un abrazo, María Jesús.

Horacio, es cierto que es complicado y por eso todos los condicionantes. No me atrevo a hacer algunos de los chistes que escucho acá sobre la ESMA (que son muy buenos por cierto) porque temo ofender a alguien, y no es la idea.
Pero el humor, si es bueno, para mí que sea del color que quiera.

Pichi, ¿andás fumando menta, vos? ¿amputarle los ojos? ¿Y de dónde sacaste que el chiste era de gallegos? jejeje, a la mañana no se fuma, pendex...

Y aclaración sobre mi primera suegra: ella decía que los dientes POSTIZOS deberían llevarse colgados, también, para no perderse!!

Abrazos

pichiortiz dijo...

aaaaa jojo,si no se que me pasa aca en el laburo me dijeron lo mismo, pasa que mencionaste al gallego de chachacha y yo, por leer rapido, entendi que el chiste era de gallegos, mezcle todo jojo, en fin...ahora tu ex suegra es una genia..

G dijo...

Una grosa mi suegra, sí, decí que el Alzheimer le pegó tanto que... (uh, iba a hacer un chiste negro!)