En primer lugar la discriminación (una dice algunos términos y ahí está agazapada la policía de las palabras) que no por evidente es tonta: democracia es un concepto político. Su significación alude a la dimensión política de las relaciones humanas -la que tiene que ver, en su sentido amplio, con los modos de organización social, de convivencia y disposición para la supervivencia de todo el conjunto social- y desde allí desplaza su sentido hacia otras dimensiones (un padre autoritario, un jefe tirano, una educación fascista, un grupo democrático), pero se nutre también de aquél producido en estas relaciones: de cómo somos, de cómo es nuestra cultura, de qué modo tenemos de vincularnos. La micropolítica, dicen algunos.
Pellizco entonces apenas la punta de otro hilo que tiene que ver con una mirada generacional, inevitablemente (puedo, ¿no? hablamos de "imaginarios", esa palabra tan laxa también, tan difícil de precisar). Y me pregunto, de paso, por esa idea de democracia que pueden tener hoy quienes nacieron en ella, para quienes su oposición de sentido al de dictadura es inexistente o alude sencillamente a la historia y para quienes tampoco existe obviamente, su sentido más profundo como cuando en los setenta aparecía ligada a socialismo.
Esos sentidos no están presentes quizás en el imaginario actual de la palabra,y hay que decir que tampoco aquél vinculado a la equidad social, eso de que con la democracia se come, se cura y se educa.
Los noventa, más que la dictadura, cercenaron el camino de la construcción de un nosotros común desde el cual fuera posible modificar -para mejorarla- la realidad social.
Una época donde lo político se encuentre restringido a la mínima expresión del voto, de lo gobernable, de la privatización del espacio de lo común, dará como resultado una democracia -o ya que estamos en esto, un imaginario de la democracia- también restringido y limitado a unas pocas instancias de la vida social.
Eso, sumado a un contexto internacional en donde el concepto también debe reconvertirse, reacomodarse y ser nuevamente interpretado tan lejos de aquel sueño "líberal" americano donde el sistema podía permitir que cualquier persona pudiera progresar, como del comunista donde a cada quien según su necesidad y a cada cual etcétera, podría dar por resultado, es cierto, una idea de democracia que es lo más parecido a la paz de los cementerios. Sobre todo si la comparamos con épocas donde la latencia del conflicto social hacía que la disputa por su sentido fuera permanente y claro, violenta.
Pero no necesariamente el cambio social, el conflicto, la participación -lo que cargaría al concepto de un sentido popular, pluralista- se comprueba en las elecciones o se da a través de disputas violentas o de convulsiones, cualquiera sean éstas. La paradoja argentina es, quizás, que la tibia perspectiva de cambio progresista (en su sentido de no regresivo) hoy esté más presente en el discurso del gobierno y desde ahí logre articular ciertas expresiones populares, que al revés (y por eso se hace difícil -me parece- la profundización del proceso. Es una opinión, sencillamente. Ni una respuesta, ni una hipótesis).
Quizás lo que falte sea aquél sujeto social que pueda hacerse cargo de esas reivindicaciones. Quizás los intensos-y poco exitosos- esfuerzos de espacios tales como el "pinismo" o Carta Abierta intenten esa construcción. La izquierda no creo. Y el movimiento social, quién sabe bien qué es hoy. Así como en Brasil, en Bolivia o en Uruguay los gobiernos existentes son expresión de un proceso en donde estos movimientos sociales fueron conformándose en políticos y llegando a gobernar, en nuestro país esa articulación hasta podría decirse que fue inversa.
De todos modos, los debates generados alrededor de las leyes, la situación de la corte suprema de justicia, la apropiación del discurso reivindicador de los derechos humanos y la continuación de los procesos judiciales a los represores, el acercamiento a la problemática regional, son sin embargo instancias en donde los sentidos, el imaginario democrático, se consolidan, se profundizan. O van en esa dirección. Al menos, sientan escalones, mojones desde los que es difícil volver. Los debates acerca de la ley de medios o de la redistribución, háyanse o no construidos, tengan o no (y es legítimo que lo tengan) intereses detrás, han generado participaciones que eran impensables en los años del menemismo o del delarruismo.
Pero aunque la pretensión de democracia como la paz de los cementerios es efectivamente deseable para algunos (aquellos quienen "no quieren que les rompan las pelotas" son quienes no sienten que estén involucrados en ninguna cuestión común, como si fueran parte de una realidad desvinculada ), la realidad indica permanentemente que el conflicto siempre está, la cuestión es de qué modo se dirime y cuáles actores sociales intervienen.
Hay una democracia que es conveniente. Conveniente a los intereses de los grupos dominantes, conveniente a un modo de acumulación. En otras épocas, hay que decirlo, ninguna democracia era conveniente.
El sentido que hoy adquiere tiene que estar necesariamente vinculado con la ampliación de sus posibilidades. Una disputa, por poner un ejemplo, por el reconocimiento de la CTA podría ser vista como un simple debate burocrático acerca del otorgamiento o no de personería jurídica, o como la construcción de nuevos espacios de legitimidad que avanzan en la democratización de ciertos espacios de poder.Digo, sencillamente, que eppur si muove.
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Y ellos saben, sabían antes, cuando el genial (siempre como Columbo disfrazado de torpe) Masliah decía esto, por ejemplo, que los argentinos en nuestra puta vida diríamos: eso de que el "se va a acabar" podía derivar, podía tener el riesgo de ser, también, la paz de los cementerios.
16 regreso a la normalidad by Gachi ]
Y ahí están ahora en la calle (todos menos Lacalle, je) para que no lo sea, con las banderas del Frente.
Mis respetos para ellos.
16 regreso a la normalidad by Gachi ]
Y ahí están ahora en la calle (todos menos Lacalle, je) para que no lo sea, con las banderas del Frente.
Mis respetos para ellos.
4 comentarios:
Muy muy bueno. Claramente la "paz" de los cementerios es conveniente a varios. Sé que debería agregar algo, haciendo más dialéctica la cuestión pero siento que párrafo a párrafo fuiste puntuando lo que había que puntuar. Mi "Tanatocracia" va más que nada del lado anímico en el termómetro de "lagente" en la calle.
saludos!
Es cierto lo de tu Tanatocracia, Horacio: hay una opinión pública política y es lamentable. Siento que la construcción de años y años de resistencia a veces es tan frágil que una frase imbécil de Susana Giménez pareciera darla por tierra, pero si te fijás bien, no es tan así: a costa a lo mejor de demasiada muerte, algunos mojones se han asentado más profundo. Quizás algunos por ahí tengan razón y exista en determinadas instancias (el "mundo bloggero" puede ser una de ellas, aunque honestísimamente no lo veo muy claro) la posibilidad de construir -que creo que de eso se trata- contrahegemonía.
No leo personas que hablen con tanta claridad, con un ritmo que me hagan leer textos tan extensos en ningún diario. No recuerdo como llegué a tu blog, pero si el "mundo bloggero" sirve para que uno se sienta identificado con los discursos de otro, en momentos en los cuales nada parece lograr esa mímesis con lo que uno piensa y siente, bienvenido este mundo blogger.
Cada post tuyo es una pequeña lección de historia contemporánea.
Pablo, tampoco recuerdo cómo nos "encontramos", y aunque me parezca exagerado lo que decís, celebro enormemente cruzarme con gente con la cual coincidir así.
Un abrazo!
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