21 noviembre 2008

El enemigo interno

25 años de democracia, para un país como el nuestro, no son joda. No será para decir "¡guau!" porque la verdá la verdá con sólo salir a la calle uno se da cuenta de que en general esto no está nada bien. Pero no deja de ser un número y más para quienes tenemos la desdicha de tener más de cuarenta.
¿Qué defendemos y qué ignoramos de estos años? ¿Quiénes y de qué nos hacemos cargo, o en qué determinados momentos miramos para otro lado cuando se nos presentan algunas cosas y exacerbamos otras para resaltar nuestro mérito, o elegimos algunos hechos/acontecimientos/pertenencias, como siempre estamos obligados a, pero maliciosamente, arrogantemente, indiferentemente, argentinamente?
Veinticinco años malvividos, con una democracia sufrida, golpeada, atacada, despreciada, maltratada. Evidentemente también sostenida, llegando medio como un trapito y tratando de recomponerse, reconstituirse. De taparse los agujeros. Con sus méritos y deméritos en ese sostenimiento.

¿Y qué vamos a hacer nosotros, tan argentinos como somos, con estos veinticinco años, si es que pensamos hacer algo?
A lo mejor estaría bueno pensarlo tratando de recordar qué pasamos, qué hicimos, qué dijimos, qué ignoramos, qué pensamos desde aquel tiempo a esta parte. 
Hay datos de la realidad. Hay coyuntura. Hay contexto nacional e internacional. Pero hay nosotros también, con nuestras circunstancias.
Hechos históricos, procesos, personas, productos, lo que hicimos o lo que dejamos de hacer: la dictadura y sus horrores, las marchas de la resistencia, resistir a la dictadura, "ajusticiar" a los compañeros, mirar para otro lado, la violencia política, el movimiento de derechos humanos, la guerra de Malvinas, su aplauso y repudio, Firmenich, el Juicio a las Juntas, los levantamientos carapintada, Alfonsín, la dirigencia sindical corrupta y encriptada en el Estado, las leyes de impunidad, las crisis políticas y económicas, Miguel Bru, las obras sociales y las AFJP,  pedir mano dura, la corrupción, el senado y sus coimas, De la Rúa, la maldita policía, los piqueteros, la clase media gorila, el fascismo cotidiano, los marginados, el indulto, la marcha contra el indulto, la crisis educativa, yo-siempre- apoyé-la-educación-pública, el paco, los saqueos, los negros de mierda, lo que decimos que somos: un pueblo combativo, trabajador, resistente, el irrespeto por derechos básicos, romper asambleas, votar a Menem, Menem, estar a la cabeza de las movilizaciones, la universidad de los trabajadores, el autoritarismo cotidiano, olvidarnos de Cabezas, la xenofobia, cacerolear por nuestro propio culo, en-Argentina-no-hay-racismo, la nula institucionalidad, la justicia opaca, la injusticia eterna. 
Ah, ¿era esto?
Lo cierto es que esto que tenemos es producto de aquellos años y algo que ver tuvimos: sus resistencias, sus luchas, pero también su derrota. Sobre todo su derrota, porque sin reconocerla, ¿cómo concebir otros caminos?
Pero pareciera que esto de errar eso no está en nuestra naturaleza, es decir, no fracasamos (de ahí que no tenga sentido la autocrítica). Peor aún. Nos cobramos el fracaso como si fuera un triunfo, porque así somos, porque está dentro de la lógica de lo que es nuestro "ser nacional"- pretender el mérito sin asumir error alguno, además de -el deporte nacional- diluir las propias responsabilidades en una supuesta "responsabilidad de todos". 
La democracia volvió porque la recuperamos, ahora si esta democracia es una mierda no será culpa nuestra, viejo. 


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