08 mayo 2009

La lo le... política

Esta parece ser una época en donde se pone en duda, se reivindica, se denosta, se discute, "la política".  No sólo que se discute de política (de lo cual podría ser explicación suficiente la proximidad de las elecciones, aunque es cierto que siempre se discutió de política en este ispa) sino que además se discute sobre el significado de la política, que no siempre.

Es un buen síntoma, me parece, que más allá del estado de las cosas (aludiendo a "las cosas", apertrechada como siempre tras la chabacana sociología de mercadito, como los sentires cotidianos, cómo se vive, cómo se percibe la realidad, cuál puta -perdón, no puedo evitarlo- "opinión pública" instalan los medios como urgente, cómo la gente sigue viendo la política) que la política se mire a sí misma.

Porque me acuerdo que allá por los ochenta eso no había ni que pensarlo. En los ochenta, sencillamente, la política irrumpió. No que haya caído como un rayo sobre un cielo sereno, no. La historia, los procesos, los sujetos, las sociedades, la coyuntura, esas cosas blablabla. Ninguna casualidad, quiero decir. Pero sí de pronto, todo se llenó de política. Puede que se haya venido pensando a sí misma cuando la tardía multipartidaria sobre el final de la dictadura, preguntándose por su necesariedad, su rol, sus posibilidades (muestra de ello es una abundante producción teórica de la época), pero es como si el contexto la hubiera desbordado cuando el proceso electoral del '83.


Era claro que la política debía en ese momento refundar la nación sobre la base de la democracia y del respeto a los derechos humanos violentados mil veces por sus perpetradores (de los derechos humanos, digo, je).
Y refundarla quería significar confirmar que no era parte de otra seguidilla de interrupciones democráticas a períodos dictatoriales, sino que esta vez la democracia llegaba para quedarse. 

Sobre el fin de la dictadura y primeros años de la democracia, la política inundó las calles, las universidades, los barrios. Se discutía política, se militaba y se pensaba en términos de tácticas y estrategias políticas, de participación popular, de legitimidad, de relaciones de fuerza, de hegemonía y contrahegemonía. La sociedad podía pensarse políticamente (la convicción de pertenecer a un arco identitario político entonces -a diferencia de los '90 o ahora mismo- era un síntoma, creo, de esta preeminencia de lo político), o dicho de otra manera, en mayor o menor medida todos teníamos "algo" que nos representara políticamente. Partidos o movimientos políticos, arcos ideológicos, movimientos sociales conformaban identidades políticas en las que nos reconocíamos.

Esto duró, me parece y no exclusivamente por ese motivo, hasta el renunciamiento de Alfonso (que renunció a profundizar el proceso abierto por el Juicio a las Juntas y al que tanto le debe también esta democracia actual, a negarse a negociar con la runfla dinosauria de las fuerzas armadas cuando no haberlo hecho hubiera fortalecido -y no desestabilizado- la democracia como hoy mismo admite Caputo, a mantenerse en el gobierno a finalizar su mandato y poner pecho a la crisis, en fin) y la decepción posterior.

Paulatinamente empezaron a acotarse los espacios de lo público, de lo común, porque no sólo se privatizaron (con el menemato de una manera contundente, pero no olvidemos que asomaron durante el radicalismo) las empresas y los recursos sino también cierto espacio social que la política ocupaba y que paulatinamente se fue vaciando de gente, de intercambios, de reflexión.
Siguió existiendo la política, claro. El juego de las relaciones y la lucha por el poder, del conflicto, de la gobernabilidad nunca cesa, ni siquiera en dictaduras. Pero hay períodos en los que estas relaciones se ocultan, y prefieren mantenerse más en una esfera de lo privado, porque evidentemente es donde mejor se mueven. Funcional a esta necesidad (coincidence?) y abonada por la lamentable imagen que ofrecía "la política" de los últimos `80 y los `90, una concepción de lo político como un mal necesario, signada por la corrupción, las cuestiones turbias, la opacidad. Si el mayor índice de democratización de una sociedad es la transparencia de sus actos... bueh, eso.

El discurso político pasó a privilegiar el saber técnico, "desideologizado" (por lo tanto no necesitado de legitimidad), hay cientos de ejemplos para esto pero no puedo dejar de recordar el día que Menem anunció el indulto después de una impresionante movilización en contra, recitando el número de decreto. Si mal no recuerdo fue la última gran movilización de esa época. Y de ésta, me parece.



Aquél discurso que descalifica acciones por "políticas" (un paro, por ejemplo, o una protesta), o directamente las criminaliza (porque además, al tener menor legitimidad es necesario hacer mayor uso de la "fuerza pública", instancias que se refuerzan en una relación hasta dialética, le diría, mire vea), es, claramente, un discurso ideológico (siempre lo son aquellos que quieren descalificar cuestiones por "ideológicas") al que le conviene que la gente se quede en su casa. Buenos técnicos (casi un sinónimo de aburrido ¿a qué me hace acordar eso? ay, esta memoria) con capacidad de gestión, una administración eficiente para llevar adelante un país. Nada de política, muchachos, ustedes tranquilos. Damos por clausurada la etapa de la política, de las ideologías, hasta de la historia. Y nosotros nos ocupamos.

Yo mucho no entiendo, pero administración en lugar de gobierno... Me suenan dos cosas distintas, vio? Parecía que lo que se le pedía a la política es que fuera cada vez menos, literalmente, política.

El que se vayan todos fue quizás el punto de expresión máxima donde la demanda parecía caer fuera de la política (aunque nunca dejó de estar adentro). Fue, paradójicamente generado por el mismo sistema político, como si se diera cuenta de que era necesario sanearse, negándose a sí mismo (pavada de dialética, que lo parió). Gritaban los radicales, que se vayan todos, y los peronistas. Y los troscos, no sabés cómo gritaban. Los que quedaron del PC también gritaban y otros. Y todos se señalaban con los dedos. Y la gente, claro. La gente gritaba también, y se juntó un ratito y recuperó la calle. Un cacho nomás. Hasta ahí. Sí, perdón, muertos. Pero nuestra historia está llena de muertos en la calle .

[Recuerdo en la calle aquellos calurosos días de diciembre, un grupete de gente cantaba, ante la falta de una consigna concreta -y de nuevo, común- y para acompañar el ruido de las cacerolas: "la-la-lá, lalá" apasionadamente].

Habría que pensar qué cosas cambiaron posteriormente en cuanto a participación popular se refiere. A mí no me parece que mucho, pero bueno... soy de salir poco.
Más clara me parece la recomposición del sistema político y su "ajuste". Digamos, como si a partir del desfasaje de la crisis política del 2001 (de los 90, mejor, en un in crescendo que derivó en la crisis del 2001) hubiera sido necesario "volver a poner las cosas en su lugar", en el sentido de volver a  ubicar la política como espacio de construcción de legitimidad. Ni ahí digo que ahora sí funcionan los engranajes. Si así fuera, alusiones al caos permanente (discurso tanto del gobierno como de la  oposición) no harían ninguna mella, es más, no serían necesarios. Falta ajustar, claro (ratando de eludir la connotación negativa que esa palabra adquirió en nuestros lares), seguir buscando las definiciones, definiendo los roles que tanto se confunden en nuestra política nacional: el Estado y gobierno, lo público y lo privado, los ámbitos de acción de cada uno, las empresas, sociedad civil, los sujetos, los ciudadanos con derechos, los ciudadanos sin ellos (que creo que entonces no son... ¿y entonces? ¿no serían actores políticos?).

El contexto nacional, el internacional, el regional sobre todo, los sujetos, la interacción, plantean algunas relaciones novedadosas, quizás con ciertas reminiscencias al pasado, pero nuevas, definitivamente. Otras combinaciones, lo cierto es que esto no es "todo lo mismo". Los discursos más vacíos de política, los que pretenden "correrse" de la política desde la política (típica actitud de la derecha que acostumbra jugar sus juegos de poder desde las sombras, porque siempre hay algo que ocultar, más aún ahora que quiere desesperadamente meterse en política cuando encuentra que las maniobras desestabilizadoras hoy no son suficientes -aunque sí, desde su perspectiva, siempre necesarias para cubrir los diversos espacios de poder. No deja de ser un reconocimiento, je.) son los que hoy se favorecen con la deslegitimación de lo político. 

Que falta consolidar la democracia es una verdad de perogrullo, porque yo diría que siempre falta (y es cierto que nos falta muuuucho mucho a nosotros). Pero volver a otorgarle a la política el carácter positivo que debe tener se me hace que es un principio, además de una responsabilidad de la que la "clase política" no puede desentenderse, y de ahí para abajo todos. 
Si podemos entender a la política como ese espacio en que se dirimen determinadas cuestiones que tiene que ver con cómo -con nuestras diferencias de clase, de cultura, de intereses, de ideología- hacemos para vivir y convivir en el mismo tiempo y espacio geográfico, hay una responsabilidad de volver a pensar lo político en sentido amplio, en el sentido más pertinente y original de lo que es público y nos involucra en mayor o menor medida, más o menos, a todos nosotros.

Qué larguísimo se hizo esto. 

5 comentarios:

Anyuletta dijo...

Hola: estamos haciendo, el martes, una reunión con Rossi, si te interesa mandame un mail a siempreencontra@gmail.com Saludos

Elio Puntieri dijo...

Notable, Gra.

me quedé pasmado con su recuerdo de la gente gritando "la la la la" acompañada por el golpeteo de las cacerolas...
Eso es la nada misma en la misma nada. Estar parado sin nada que decir, ni que proponer... ni siquiera algo que cambiar. Simplemente, "la la la lá", como toda propuesta. Felinesco, le digo.

Recuerdo en los años 80 y algo, a todos esos vecinos que debatían en las esquinas donde había algún puestito partidario. Y se juntaban, y discutían, y levantaban la voz... y hacían política sin que nadie los vaya a acusar con el dedo de politizar las esquinas de Baires.

¿o serán ellos mismos que ahora acusan con el dedo? No sé, mire... ya estoy perdido.

Laura dijo...

Che, Gra, vos no sos mi hermana, no?
Hace muy poco discutía justo sobre esa marcha antes del indulto. Te acordás que ibamos por calles internas, me suena a Bartolomé Mitre, era nochecita y el sonido de las voces cantando el coro de la canción de Luca que subía e inundaba, me dá una cosa recordar! Y el día del indulto. Abrazos y lágrimas en la plaza con el que te cruzaras...
Pero las cosas son distintas. Saquear hospitales, escuelas, asumir la administración pública como gestión empresarial, mirar estadísticas de productividad en la secretaría de la mujer (cómo se aumenta la productividad, entrenando hombres golpeadores, por ejemplo?) .vulgarizar el pensamiento, no es político. Es patético!
Un abrazo

G dijo...

Yo me estoy perdiendo todo el tiempo, Waitman, la parte buena es buscarse, je.

Laura, claro, ¿no conversábamos de eso el otro día? (chiste, chiste).

Elio Puntieri dijo...

Gra...
No me venga ahora con esa retórica Cortaziana, que ya me hace perder aún más