Había unas pocas aulas en las catacumbas. Bajábamos unas escaleras lúgubres con lamparitas de 60 watts colgando inciertas del techo, manchas de humedad devenidas goteras con el transcurso de los meses y olor al tono. Tres pasillos conformando una "U" nos malvenían día a día en ese ambiente, donde las aulas tenían sillas rotas y pizarrones inútiles cuando los docentes no recordaban llevar sus tizas. Borrar, de última (por más que a mí me eriza la piel y me da frío en los dientes), siempre se puede borrar con la mano.
Un ambiente extraño en los tempranos 80, donde casi cuarentones que habían tenido que dejar la carrera cuando la repre, retornaban. Donde mocosos que recién asomaban la cabeza a luces nuevas apartándose el manto tenebroso de la dictadura, salían a la vida adulta, a la universidad, al sexo. Y a la política. Extraño ambiente donde la política estaba a flor de piel día a día, donde -quizás como herencia, quizás como resaca- veíamos en ella la única opción posible de transformación social. A nadie se le hubiera ocurrido como ahora, por dar un ejemplo de lo más actual, pretender deslegitimar una protesta porque está "politizada".
Dependía directamente del rectorado, socio. O sea, no tenía facultad. En el '83, todavía, había que hacer un curso de ingreso donde en filosofía el texto fundamental era la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. En el examen de ingreso me cambié temblorosamente de tema, porque sabía más del 1 que del 2. Entramos cerca de 200.
Teníamos un profesor de Introducción a la sociología que se llamaba Enrique Pistoletti. En serio. Personaje nefasto de la dictadura que continúa consecuente bajo las alas de sindicalista municipal no menos nefasto Amadeo Genta, solía darnos miedo y explicarnos impacientemente por medio de s

Aunque es cierto, en el ´83, todavía, no se lo nombraba mucho a Marx.
Hacíamos movilizaciones por el edificio propio e inventábamos unos cantitos, como el que decía, con la música de "fumando un puro, me cago en Aramburu":
"En una silla, me cago en Cuevillas
y si se enojan, me cago en la de Ruiz.
Y si se siguen, se siguen enojando,
me cago en Pistoletti
y en Tecera de Franco".
Todos ellos eran profesores que habían tenido un rol importante en la carrera cuando la dictadura militar.
Y otro, que hasta donde me acuerdo, decía:
"Cuevillas, puerco y cochino,
esta semana te pedimo´el edificio.
Si no nos das respuesta ya,
la otra semana tomamo´la facultad.
No tenemos profesores,
ni aulas tenemos ya
[...]
esto no se banca más".