13 enero 2012

Si nosotros

O Meu Guri by Chico Buarque on Grooveshark

Seguro que se juntan ahí porque el andén es grande y hay más gente, o porque es un andén central y pueden ir y venir más fácil o porque esa estación tiene baños. Seguro que por eso ellos se juntan ahí.
Yo los voy conociendo de a poco, segundos sumados mañana tras mañana y tarde tras tarde, ida y vuelta, mañana y tarde, mañana ida, tarde vuelta y así, en ese cotidiano trasladarse de lugares como si algo de eso fuera propio de la condición humana, como si ir y volver fuera tan natural, como si fuera natural Buenos Aires y sus gentes o viajar por debajo de la tierra.
En esa estación, que es doble, el subte se detiene algún segundo más.
A ver quién se anima a definir qué es una familia en qué épocas, en cuáles circunstancias. Ellos: siete, ocho, nueve reunidos, zaparrastrosos algunos, más dignos otros, en el banco de la estación de subte. Conversan, se tocan, se chicanean, ríen y son hombres, mujeres, niños, púberes, adolescentes, embarazadas, viejas sin dientes, payasos reales, tránsfugas, atorrantes, pobres de toda pobreza.
A ver quién tiene el coraje de hablar de identidad entre parias, lúmpenes y marginados, quién hablando desde dónde puede decir ellos son qué.
Tiene no más de tres años y se acerca peligrosamente al borde del andén. De nada sirven las miradas horrorizadas y reprobatorias de las chicas, las que van a trabajar a sus oficinas o bancos o empresas de marketing, las que hacen ruido con las pulseras o se maquillan cuando van sentadas. Llega el tren a la estación y el nene sigue acercándose al borde, torpemente, y las mujeres se escandalizan con esa su madre que lo parió que no lo está vigilando en este mismo momento, que qué horror, que dónde mierda está por el amor de Dios.
Esto pasa muchas veces, muchos días, como si fuera una obrita ensayada por ellos para el horror. Funciona, y ellos parecen todos los días iguales a sí mismos, como si el tiempo no pasara y las mujeres niñas no se embarazaran y los viejos no murieran y los niños no murieran, o la gente no se quedara en la calle, sola, a veces.
Todos, los unos y otros que viajamos en el vagón del subte nos transformamos en uno cuando el tren se detiene en esa estación y somos ellos y somos nosotros, tan claramente distintos, nosotros tan parecidos entre nosotros remeras baratas o anillos de cierto valor, laburante obrero o de oficina. Nosotros tan distintos hace unos metros, unos segundos y tan parejos ahora frente a ellos, que son ellos.

1 comentario:

Horacio Gris dijo...

Una escena hermosamente capturada.

saludos!