03 abril 2011

Diatriba de la primavera

Viendo una deliciosa lluvia otoñal que disfruto por primera vez en esta casa a través de la ventana pienso en que no es justo que la primavera sea la estación con mejor prensa de todas. Se podría entender un poco cuando se habla de edades personales (se supone que según la analogía entre estaciones y edades una estaría el otoño de la vida -¿están bien hechas las cuentas? No jodamos... ¿otoño? ¿cuál otoño? ¿cuándo pasó qué cosa?-) sólo si pensamos que cuanto más lejos de la primavera más cerca de la muerte (y la muerte, se sabe, es de todas las cosas lo que tiene peor prensa), pero es un pensamiento muy pequeño y me niego a suscribirlo porque la rueda seguirá girando sin nosotros más allá de destinos, méritos,  voluntades o deseos.


Pasa a veces que nuestras propias estaciones vitales se cruzan con lo que nos toca, para decirlo rapidito, y entonces parece que nos coinciden las estaciones.


Por ejemplo, en aquella época, agarré el envión y me mandé porque parecía que por lo menos eso había que hacer, en los ochenta. Manotear una bandera, la que más encajara conmigo y con mi "modus operanding" (pal careta de Javi ;-) , aprenderme las consignas y cantarlas. Ooooo somos revolucionaarioooos, ahora no me acuerdo bien, pero más o menos, así de raros eran los ochenta en los parajes por los que deambulaba en mi primera juventú (a ver quién te ganaba a zurdo. Hasta si eras peronista, mirá lo que te digo ¡¡o radical!!). La cuestión era que de una manera o de otra todos "andábamos en algo" político,  porque así fue esa época. Veníamos de un país que nos había mostrado sus colmillos feroces chorreando baba, amedrentándonos, y esa era la forma de salir del bajón. La calle era nuestra, cada barrio, cada esquina.
Y aquello fue llamado primavera.
Había un estado de ánimo generalizado de optimismo, producto de la sensación de que habiendo llegado al final del pozo, como cantaba el Nano


[me detengo un momento, algo indignada, para hacer una reivindicación, un desagravio, porque en mi grupo de birra de ciertos viernes hay unos imberbes irreverentes que vienen a cuestionar, desde la ignorancia y el desdén más supinos, la calidad del catalán, adhiriendo yo creo a cierta moda reciente: yo os digo, oh niñatos, que os documentéis: que no miréis tan sesgados por lo que les dejó el posmodernismo, el neoliberalismo, la ridiculización de la utopía, estos breves presentes que os tocó vivir. Que escuchéis, leáis y miréis con la cabeza y los oídos más abiertos. Y el bobo, también, por qué no. Un tipo que cantaba hermosamente, que escribía letras relativamente buenas pero cantaba las poesías de los enormes (¿demérito?), que fue tanto una expresión de aquellos años para más de una generación. Un poco de respeto, che.]


también por aquella época, sólo cabía (¿cupía? ¿quepaba?) ir mejorando.
La noción de primavera es promisoria, inicial, desprejuiciada. Lo por venir debe ser mejor, más libre, más ancho, renaciente, joven. Si coincide además con una juventud vital, el mundo por descubrir parece potenciarse. Y la primavera pareciera convertirse en  un fin en sí misma, igual que la juventud.


Puyo, Ecuador, donde siempre es primavera (2009).
Primavera de los pueblos fueron llamados los años efervescentes: la ola de revoluciones de los años 48 en Europa, después de las restauraciones monárquicas; también los sesentas en el mundo, donde parecía que todo podía cambiar, que -dicho en léxico flower power de época- las flores podían ganarle la batalla a las armas.
Primavera se llamó acá, unos pocos años después, a la camporista, quizás porque también se combinaron ciertas condiciones de efervescencia política con perspectivas de cambio (un tema aparte es la resignificación actual del camporismo como rasgo ideológico o identidad política -habría que ver trasladado hasta qué punto).

[Definición del diccionario de la sociología de mercadito: primavera: fenómeno socio-político producto de una determinada combinación de factores sociales (y políticos, culturales, ideológicos),  que posee al menos, tres particularidades: a) es de corta duración, b) hay un sentimiento compartido de optimismo -un estado de ánimo generalizado, y c) promete demasiado].


Pero pasa con la primavera que es una estación. Y contrariamente a lo que indica su nombre, la estaciones no se estacionan sino que transcurren, se podría decir que una de las principales características de las estaciones es que dan lugar a otras. Y entre las estaciones, pareciera que la primavera fuera más efímera, la que pasa más rápido (quizás por eso de que lo bue si bre dos veces bue). 
No sé bien si entonces dentro de la definición de primavera habría que incluir que terminan (y cómo terminaron aquellas).


Quizás sea porque la condición de la naturaleza humana es alternar, un devenir permanente entre modos posibles de compartir estos breves presentes y sus mundos sociales, entonces ni primaveras ni inviernos sino el propio oscilar entre estaciones pueden servirnos para ver qué pasa, qué nos pasa.

2 comentarios:

Uno del grupo de birra de ciertos viernes dijo...

Che, lo de irreverentes vaya y pase, pero imberbes!!!!

La última vez,nos pasamos nuestros buenos minutos comentando nuestras barbas, "de puto" para algunas, "con onda" para los más...

G dijo...

¡Imberbes es una expresión consagrada por la historia, compañero! Es una custión de actitú, más que de pelo...