05 diciembre 2010

De las cosas que hay que hacer en la vida

Obligados o porque queremos. Con onda o amargura, a veces con desesperación.
Por la edad o la época.
Porque no da el cuero. O mejor, porque apareció una oportunidad. Por puro placer, también.

Siempre hay cosas que hacer en la vida, cosas frente a las cuales tenemos que movernos, actuar, resolver: trascendentes, odiadas, adoradas, indiferentes, inocuas, deseadas, insignificantes. Las grandes cosas o aquellas pequeñas, las que llevan mucho tiempo o las que pasan como un relámpago.

De las cosas que tengo que hacer estos días, me ocupa mudarme y entender todo de nuevo.
Mientras tanto

agradecer al barrio, a los colores, a estas topografías vistas desde mi casa.

(Una vez, entre las cosas que tuve que hacer en la vida, vine a vivir acá:






)

Por las cosas de la vida, se habían dado simultáneamente nuevo lugar, nuevo trabajo. Nuevos amigos, nueva gente copada que conocí y que invité -o más frecuentemente se invitaron- invariablemente a este lugar, que de todos los que alquilé, fue el mas mío.

La parrilla había sido el factor de más peso a la hora de entender qué cosa tenía que hacer en la vida en ese momento (después venían la terraza, el depto frente a esa plaza increíble, el sol por cada rincón, la tranquilidad del barrio).


 Lo buena que había sido, no hay que explicarlo.


Los números cerraban justito y el barrio estaba en una arruga del culo de la ciudad de Buenos Aires. "Você não vive, você se esconde", me dijo el brasuca la primera vez que se perdió al venir.

Llené de yuyos hasta donde pude, seguramente hubiera seguido llenando en la terraza, de quedarme.





Acá Rochi llegó -a sus 8- con marionetas, barriletes y bolsos multicolores.


Hoy sacó estas fotos y yo me pregunto si se llevará el poster de Piratas del Caribe, si querrá colgar el gato que pintó y ahora no le gusta, qué libros conservará, qué hará con la colección de animalitos de vidrio, si seguiré teniendo que conocerla cada día de nuevo siempre.



Me llevo mucha cosa y todo se muda sin esfuerzos penosos.
Envueltas en papel de diario húmedo, varias plantas de menta con raíz, para probar en cualquier nuevo rincón.
A Clarita y Matilda, que tardarán en perdonármelo.
Un cuento a medio escribir sobre mis vecinos y sus raras existencias.
Pocos muebles, muchos papeles inútiles y algunas pilchas.

En la memoria estos breves presentes pasados en estos años, con sus marcas profundas, un regocijo de buenos años vividos como mayormente quise.


Lo único que me llena de tristeza es pensar en el cartel, si lo ponen. O sólo un clasificado, "se alquila, tres ambientes...", y me acuerdo de mí, hace seis años, cuando supe que de las cosas que tenía que hacer en ese momento en la vida una era, igual que ahora, mudarme. Cambiar de lugar, cambiarme.

3 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Ojalá encuentres, en tu nuevo espacio, todo lo que buscas. En el que queda atrás ya queda una parte de ti.

Laura dijo...

Vamos, salte nomás, que hay tanto por encontrar!
Un abrazo y buen comienzo

cronopio morales dijo...

Ojo Gachi si te mudás con esa melancolía porque en Flores, según dicen, viven los Hombres Sensibles y olfatean las arrugas del alma...

Solo pasaba a saludar.