25 mayo 2009

Para una memoria más o menos caótica de una pequeña parte del movimiento estudiantil argentino (porteño, más bien y con perdón) en los ochentas


A Vera, que preguntaba. Y porque quién te dice algo de lo de ahora puede entenderse, también, mirando los ochentas (¿será por vergüenza que le damos poca bola? A mí me da también, pero no sería hora de bancárnosla?). 

[es el pertenecer, es el ser en este breve presente el que me estremece, qué gentes, qué deberes, qué fe -qué fes, je. El creer que de ése presente es menester beber, que desde él se ve éste].

Hacia 1984 la JUI (Juventud Universitaria Intransigente, del PI -Partido Intransigente, y no Partido Insurgente como interpretara un veterano de la revolución cubana cuando leyó la sigla en un Congreso en la isla) ganaba los centros de estudiantes de las carreras más "zurdas" (si en esto se pudiera poner una nota  a pie de página pondría que esa palabra -su significante- ha ido cayendo en desuso, previa transición por una utilización burlona y despectiva): Psicología y Sociología eran dos carreras que dependían directamente del rectorado, es decir, no formaban parte de ninguna facultad (se "amigaban" en eso), y Socio funcionaba en las catacumbas de la Facultad de Derecho con lo cual a la fuerte participación estudiantil  producto de la época, del campo de acción propio de la carrera y de las gentes que reunía, había que agregarle la pelea por un edificio propio que la hacía aún más combativa. Carreras como historia, filosofía y antropología, de la Facultad de Filosofía y Letras (que funcionaba donde ahora funciona parte de Sociales, en Marcelo T. de Alvear 22:30 -Marcelote- y que fuera antes una maternidad -el edificio, no la carrera. A Filo, para que no joda, la exiliaron en un concheto y alejado barrio de la capital) también tenían un movimiento estudiantil muy movilizado y una clara hegemonía de la izquierda (en todo su amplio arco, desde el trostkismo, pasando por comunistas y socialistas, hasta los "nac&pop") en las direcciones y composición de sus centros de estudiantes, con una muy amplia participación estudiantil. Juro que era así (y que la Franja Morada, en una época, formaba parte de un partido que también fue -como ella misma- protagonista de las luchas populares y que a veces, hasta nos corría por izquierda).


Pero el clima de época -yo creo que es necesario tenerlo en cuenta porque... cómo explicar si no todo los que nos compramos. Cómo una coyuntura determinada animada por un "estado de ánimo generalizado" (concepto elemental de la sociomercaditología) dio, por ejemplo, que hasta un año, en socio, ganara la Fede. Qué cosa, che.

[Rubén Garrido fue presidente del Centro de Estudiantes de Sociología en 1985, creo. Pobre. Digo, porque... qué época para los Pcs en general y para el argentino en particular. Una mañana en la facu apareció este graffitti: "de la crisis del marxismo, Rubén es la prueba más contundente". También me acuerdo de un "libertad a los acróbatas chinos", gastando a las consignas internacionalistas de los troscos, de algún grupete tipo Fife & Autogesión, los Vergara o algún sobreviviente de El Bolo Alimenticio].

La política universitaria (como siempre, por otra parte), reflejaba lo que la sociedad toda estaba atravesando: volver a la calle, salir del miedo, organizarse, reconstituirse, autogobernarse. La tradición del movimiento estudiantil en nuestro país fue siempre potente, y parecía imponerse de nuevo una gran movilización suspendida brutalmente en tiempos de dictadura. 

La cosa es que había un clima que iba más allá de lo partidario. La chicana con los compañeros, la camaradería, nos matábamos leyendo y estudiando para poder argumentar. La interacción con los "setentistas" (antes no eran setentistas, antes sólo eran los compañeros más grandes y más experimentados) nos ofrecía la posilibidad de recuperar una voz acallada durante el terror. Algo grande se venía (eso parecía) y queríamos ser parte, discutir, interpelar, intervenir. Llegar al 83 en la adolescencia fue un privilegio, triste consuelo de una generación que cargó como legado con la derrota de los setentas y tuvo que ser parte a su vez de otra derrota.  

Intervenir, venía diciendo. Pero además divertirnos. Organizábamos peñas con otras facultades, Ingeniería solía ser sede de las más divertidas, recuerdo, vaya uno a saber por qué, pero circulábamos por medicina, ciencias económicas y otras. Recuerdo también haber bajado esas interminables escaleras absolutamente borracha y no recordar más nada hasta el día siguiente. Competíamos para ver quién organizaba las peñas más divertidas, pero lo cierto es que atrás de la barra, desde donde vendíamos -e inevitablemente bebíamos- el vino (si ese quebracho podía llamarse vino), estábamos con los compañeros de la JUP (los mismos que cantaban, para chicanearnos a los más zurdos, "ni marxistas ni marxistas: ¡ni-mar-xistas!" parafraseando el célebre cántico peronista) e interactuábamos de buen grado con la Franja, la Fede y hasta los troscos.

Íbamos a escuchar a Markama gratis al hall central del Teatro San Martín y después de escuchar las canciones psicobolches (categoría fundamental del pensamiento social, político y cultural contemporáneo) les pedíamos que se toquen una salsita. No sabían salsa, los pibes.

Recuerdo que adentro de las agrupaciones votábamos a ver quién tenía los flacos que estaban más buenos. Más de uno/a -mirá vos- solía elegir su participación por eso y no era raro -estratagemas de la política- que mandaran a los/las más lindos/as a "captar" compañeros. Creo que lo importante era estar, ser parte de todo eso. Llegábamos a las marchas buscando nuestras banderas (CES, CEA, CEFyL, CEP) y nos alineábamos, arquitectura cantaba en el 83 "arquitectura, contra la dictadura" y veterinaria, más zurditos, pregonaba  su "veterinaria por la reforma agraria". Nosotros, como éramos nacanpóp, cantábamos "sociología, contra la oligarquía". Todos aplaudíamos emocionados a las viejas cuando llegaban a la Plaza.

[El ingenio popular no descansa nunca, en cuanto a cantitos se trata, por estos lares: recuerdo que en el 87 Jorge Sábato fue nombrado Ministro de Educación y le cantábamos, con la música de "Otra vez en la vía", del recientemente fallecido Francis Smith: "queremos estudiar, Sábato. Abajo el Plan Austral, Sábato"].

Aproximándonos a los 90 la UPAU, órgano universitario de la UCEDÉ del chancho Alsogaray, fue ganando espacios cada vez más importantes en las facultades más tradicionales y las no tanto. Fue también indicio de hacia dónde se iba volcando la política y qué sectores comenzaban a retraerse (algunos, para no volver a emerger) y qué otros a ocupar lugares preeminentes.

Nunca más, que yo sepa, hubo fiestas como esas.


13 mayo 2009

Cuento caricaturita


-¡El desinsectizador! Gritó, al otro lado de la puerta.
Abrí sonriente, haciéndome a un lado.
-Desinsectíseme.
Entró confiado, a paso seguro. Fue directo al patio, yo lo seguí, muda. 
Miró la pared.
-Tiene babosas acá, usté.
Babosas, dijo. El tío Carlos los llamaba bichos babosos y les tiraba sal para matarlos. El bicho empezaba a retorcerse y a disminuir de tamaño, como si se derritiera. Y a oscurecer. Se iba convirtiendo -y su sufrimiento se notaba, se percibía- en una masa informe gelatinosa, repugnante, en medio de un charco de baba inmunda.
-¿Y usté me las saca?
-¿Las babosas?
-Sí, las babosas. ¿Usté me las saca?
-¿Yo? No. Yo desinsectizo.
Carajo.

08 mayo 2009

La lo le... política

Esta parece ser una época en donde se pone en duda, se reivindica, se denosta, se discute, "la política".  No sólo que se discute de política (de lo cual podría ser explicación suficiente la proximidad de las elecciones, aunque es cierto que siempre se discutió de política en este ispa) sino que además se discute sobre el significado de la política, que no siempre.

Es un buen síntoma, me parece, que más allá del estado de las cosas (aludiendo a "las cosas", apertrechada como siempre tras la chabacana sociología de mercadito, como los sentires cotidianos, cómo se vive, cómo se percibe la realidad, cuál puta -perdón, no puedo evitarlo- "opinión pública" instalan los medios como urgente, cómo la gente sigue viendo la política) que la política se mire a sí misma.

Porque me acuerdo que allá por los ochenta eso no había ni que pensarlo. En los ochenta, sencillamente, la política irrumpió. No que haya caído como un rayo sobre un cielo sereno, no. La historia, los procesos, los sujetos, las sociedades, la coyuntura, esas cosas blablabla. Ninguna casualidad, quiero decir. Pero sí de pronto, todo se llenó de política. Puede que se haya venido pensando a sí misma cuando la tardía multipartidaria sobre el final de la dictadura, preguntándose por su necesariedad, su rol, sus posibilidades (muestra de ello es una abundante producción teórica de la época), pero es como si el contexto la hubiera desbordado cuando el proceso electoral del '83.


Era claro que la política debía en ese momento refundar la nación sobre la base de la democracia y del respeto a los derechos humanos violentados mil veces por sus perpetradores (de los derechos humanos, digo, je).
Y refundarla quería significar confirmar que no era parte de otra seguidilla de interrupciones democráticas a períodos dictatoriales, sino que esta vez la democracia llegaba para quedarse. 

Sobre el fin de la dictadura y primeros años de la democracia, la política inundó las calles, las universidades, los barrios. Se discutía política, se militaba y se pensaba en términos de tácticas y estrategias políticas, de participación popular, de legitimidad, de relaciones de fuerza, de hegemonía y contrahegemonía. La sociedad podía pensarse políticamente (la convicción de pertenecer a un arco identitario político entonces -a diferencia de los '90 o ahora mismo- era un síntoma, creo, de esta preeminencia de lo político), o dicho de otra manera, en mayor o menor medida todos teníamos "algo" que nos representara políticamente. Partidos o movimientos políticos, arcos ideológicos, movimientos sociales conformaban identidades políticas en las que nos reconocíamos.

Esto duró, me parece y no exclusivamente por ese motivo, hasta el renunciamiento de Alfonso (que renunció a profundizar el proceso abierto por el Juicio a las Juntas y al que tanto le debe también esta democracia actual, a negarse a negociar con la runfla dinosauria de las fuerzas armadas cuando no haberlo hecho hubiera fortalecido -y no desestabilizado- la democracia como hoy mismo admite Caputo, a mantenerse en el gobierno a finalizar su mandato y poner pecho a la crisis, en fin) y la decepción posterior.

Paulatinamente empezaron a acotarse los espacios de lo público, de lo común, porque no sólo se privatizaron (con el menemato de una manera contundente, pero no olvidemos que asomaron durante el radicalismo) las empresas y los recursos sino también cierto espacio social que la política ocupaba y que paulatinamente se fue vaciando de gente, de intercambios, de reflexión.
Siguió existiendo la política, claro. El juego de las relaciones y la lucha por el poder, del conflicto, de la gobernabilidad nunca cesa, ni siquiera en dictaduras. Pero hay períodos en los que estas relaciones se ocultan, y prefieren mantenerse más en una esfera de lo privado, porque evidentemente es donde mejor se mueven. Funcional a esta necesidad (coincidence?) y abonada por la lamentable imagen que ofrecía "la política" de los últimos `80 y los `90, una concepción de lo político como un mal necesario, signada por la corrupción, las cuestiones turbias, la opacidad. Si el mayor índice de democratización de una sociedad es la transparencia de sus actos... bueh, eso.

El discurso político pasó a privilegiar el saber técnico, "desideologizado" (por lo tanto no necesitado de legitimidad), hay cientos de ejemplos para esto pero no puedo dejar de recordar el día que Menem anunció el indulto después de una impresionante movilización en contra, recitando el número de decreto. Si mal no recuerdo fue la última gran movilización de esa época. Y de ésta, me parece.



Aquél discurso que descalifica acciones por "políticas" (un paro, por ejemplo, o una protesta), o directamente las criminaliza (porque además, al tener menor legitimidad es necesario hacer mayor uso de la "fuerza pública", instancias que se refuerzan en una relación hasta dialética, le diría, mire vea), es, claramente, un discurso ideológico (siempre lo son aquellos que quieren descalificar cuestiones por "ideológicas") al que le conviene que la gente se quede en su casa. Buenos técnicos (casi un sinónimo de aburrido ¿a qué me hace acordar eso? ay, esta memoria) con capacidad de gestión, una administración eficiente para llevar adelante un país. Nada de política, muchachos, ustedes tranquilos. Damos por clausurada la etapa de la política, de las ideologías, hasta de la historia. Y nosotros nos ocupamos.

Yo mucho no entiendo, pero administración en lugar de gobierno... Me suenan dos cosas distintas, vio? Parecía que lo que se le pedía a la política es que fuera cada vez menos, literalmente, política.

El que se vayan todos fue quizás el punto de expresión máxima donde la demanda parecía caer fuera de la política (aunque nunca dejó de estar adentro). Fue, paradójicamente generado por el mismo sistema político, como si se diera cuenta de que era necesario sanearse, negándose a sí mismo (pavada de dialética, que lo parió). Gritaban los radicales, que se vayan todos, y los peronistas. Y los troscos, no sabés cómo gritaban. Los que quedaron del PC también gritaban y otros. Y todos se señalaban con los dedos. Y la gente, claro. La gente gritaba también, y se juntó un ratito y recuperó la calle. Un cacho nomás. Hasta ahí. Sí, perdón, muertos. Pero nuestra historia está llena de muertos en la calle .

[Recuerdo en la calle aquellos calurosos días de diciembre, un grupete de gente cantaba, ante la falta de una consigna concreta -y de nuevo, común- y para acompañar el ruido de las cacerolas: "la-la-lá, lalá" apasionadamente].

Habría que pensar qué cosas cambiaron posteriormente en cuanto a participación popular se refiere. A mí no me parece que mucho, pero bueno... soy de salir poco.
Más clara me parece la recomposición del sistema político y su "ajuste". Digamos, como si a partir del desfasaje de la crisis política del 2001 (de los 90, mejor, en un in crescendo que derivó en la crisis del 2001) hubiera sido necesario "volver a poner las cosas en su lugar", en el sentido de volver a  ubicar la política como espacio de construcción de legitimidad. Ni ahí digo que ahora sí funcionan los engranajes. Si así fuera, alusiones al caos permanente (discurso tanto del gobierno como de la  oposición) no harían ninguna mella, es más, no serían necesarios. Falta ajustar, claro (ratando de eludir la connotación negativa que esa palabra adquirió en nuestros lares), seguir buscando las definiciones, definiendo los roles que tanto se confunden en nuestra política nacional: el Estado y gobierno, lo público y lo privado, los ámbitos de acción de cada uno, las empresas, sociedad civil, los sujetos, los ciudadanos con derechos, los ciudadanos sin ellos (que creo que entonces no son... ¿y entonces? ¿no serían actores políticos?).

El contexto nacional, el internacional, el regional sobre todo, los sujetos, la interacción, plantean algunas relaciones novedadosas, quizás con ciertas reminiscencias al pasado, pero nuevas, definitivamente. Otras combinaciones, lo cierto es que esto no es "todo lo mismo". Los discursos más vacíos de política, los que pretenden "correrse" de la política desde la política (típica actitud de la derecha que acostumbra jugar sus juegos de poder desde las sombras, porque siempre hay algo que ocultar, más aún ahora que quiere desesperadamente meterse en política cuando encuentra que las maniobras desestabilizadoras hoy no son suficientes -aunque sí, desde su perspectiva, siempre necesarias para cubrir los diversos espacios de poder. No deja de ser un reconocimiento, je.) son los que hoy se favorecen con la deslegitimación de lo político. 

Que falta consolidar la democracia es una verdad de perogrullo, porque yo diría que siempre falta (y es cierto que nos falta muuuucho mucho a nosotros). Pero volver a otorgarle a la política el carácter positivo que debe tener se me hace que es un principio, además de una responsabilidad de la que la "clase política" no puede desentenderse, y de ahí para abajo todos. 
Si podemos entender a la política como ese espacio en que se dirimen determinadas cuestiones que tiene que ver con cómo -con nuestras diferencias de clase, de cultura, de intereses, de ideología- hacemos para vivir y convivir en el mismo tiempo y espacio geográfico, hay una responsabilidad de volver a pensar lo político en sentido amplio, en el sentido más pertinente y original de lo que es público y nos involucra en mayor o menor medida, más o menos, a todos nosotros.

Qué larguísimo se hizo esto. 

01 mayo 2009

Metamorfósises

La promesa de la mañana perfecta en los leves rayitos que se cuelan a través de la persiana de mi cuarto, en el silencio solapadamente interrumpido por trinos armoniosos y suaves ladridos lejanos, en la efímera alegría infinita de disfrutar de un día en casa, en el placentero recuerdo de alguna escena de anoche, pasada con amigos, disfrutada. La promesa confirmándose en un levantarse suave y pausado, sin ducha de apuro como cada mañana, despeinada, nueva, leve. En los sentidos puestos al servicio de sensaciones que se pierden otros días (en la maraña de agitaciones artificiales de despertadores, de salir a la calle pensando en monedas, del bondi al centro, del tránsito porteño, de los porteños, de la oficina, de las compus de cada uno, de cada uno. De los insoportables ruiditos nuevos que retumban fuerte en lugares cada vez más agobiantes -no quiero trabajar más).

En cambio, esta mañana, la paz. Disfrutar de sonidos, intentando decidir si me gusta más el del agua llenando el termo o el mate para que se hinche la yerba, y eligiendo definitivamente este último, más imperceptible pero tanto más intenso. El primer mate, su delicioso amargor. La notebook, el cuaderno, la luz del día, las plantas. La soledad. El libro complicado pero tentador en la alucinante cocina del departamento que alquilo en una arruga del culo de la ciudad de Buenos Aires.

Y de pronto acontece el desastre.

La música en ritmo de marcha irrumpe a todo volumen invadiendo impúdicamente mi escena. Imagino -casi veo- a mi vecina cincuentona, sobreexcedida de peso y siempre llamativa, con una vincha atrapando el recién teñido rojo de su cabello, calzas negras brillantes y una musculosa, transpirando interminablemente mientras realiza los ejercicios físicos que, seguramente y reiterándolos con disciplina -sumado a las cremas anti y pro age, a los baños aromáticos, a las múltiples y variadas intervenciones sobre un cuerpo que no lo termina de comprender- la podrán mantener un poco más tiempo en carrera.

Matilda es la primera en molestarse. Me mira con desprecio como si hubiera sido yo la causante del escándalo, mientras abandona con desagrado su plácido lugar en la ventana, al solcito.


(Matilda)                                              
El ritmo hace vibrar el vidrio de la puerta del patio. Intento abstraerme, retraerme, sustraerme.
Pongo Quebrado de Aznar que me trajo ayer Rober para mi cumple, otro mate, unas sequitas. 

Cierro ventanas y puertas, renunciando al aire externo. Trato de estar tranquila, pienso de nuevo que debería practicar algún método de relajación, intento no escuchar y me repito -de nuevo, me repito- que no debo ser tan irritable, voy a mi cuarto, enciendo la tele, la apago odiándola como siempre. El nuevo tema que puso mi vecina, la gorda, refuta mi idea de que el tema anterior era la música más horrible que había escuchado en mi vida. 

Mi sangre empieza a hervir.

Pienso en la inevitabilidad -porque la conozco, porque me conozco después de tanto tiempo de estar conmigo- de aquél mi privado monstruo verde que comienza a querer aparecer. Se mezcla Aznar con la marcha, odio a ambos. Lo siento Pedro, no es con vos, pero las combinaciones...

Nada más puedo hacer, nada más puedo pensar. Me acordé del post de Cando, y de que en ese momento me había parecido simpático, qué ilusa.

Siento que se me derrama el cerebro, desplazando sustancias químicas que -vayasabercómo- producen nuevas combinaciones en mis estados de ánimo que hacen que habiendo amanecido la persona más pacífica, feliz y plácida de este barrio pase a pensar en atentados, armas, violencia física y simbólica. Quiero asesinarla. A mi vecina, a su perro, a su hijo que nunca, NUNCA, va a aprender a tocar la batería. El in crescendo alcanza a la beba que no para de llorar, a una moto que pasa con el escape suelto y a la vieja de mierda que vive al lado que tiene siempre ese tonito en "la" menor que me enfurece, madre del imbécil que me mira como si yo fuera rara, pero mirate un poco, infeliz.
A la histérica separada que le grita al perrito ese chiquitito que tiene, ése que cada vez que lo veo me dan ganas de ver cuánto pudiera ser posible elevarlo de una patada bien puesta.
Al dedo de la mano del Testigo de Jehová apoyado en el timbre de mi departamento de manera insistente, mientras intenta decirme que me asome así me da el Atalaya sin compromiso de compra, ni solicitud de firmas ni afiliación. El niño que acompaña al Testigo dueño del dedo me mira aterrado al verme abrir la puerta con furia y decir que SOYATEAYMARXISTA método que descubrí espanta eficazmente estas especies, hoy todavía.

Y al cerrar de un golpe la puerta (¿quizás por un desingnio divino?) la música cesó. La gorda, la señora más bien, quizás se cansó de sus ejercicios. Y a lo mejor por eso también la niña dejó de llorar y el perro de ladrar, quién sabe. Y a lo mejor por eso, o porque ya se hizo el mediodía, la gente entró y no se la escuchó más. 

Y entonces, interrumpido por un breve espacio de tiempo en donde odié a la humanidad toda y a cada objeto de este mundo, volvió a ser el día perfecto.