26 enero 2009

Cierto humor (registrado)

Pensaba, recordando la charla con un amigo, qué personas o factores de mi educación o formación habían influido decisivamente en mi ideología (en un sentido amplio, qué se yo...) actual y debo decir que una circunstancia casi fortuita hizo caer en mis manos un destino que probablemente no haya sido -él mismo- fortuito, pero estoy segura de que al menos no hubiera sido exactamente como fue. 
He aquí los hechos: mi viejo era un tipo sencillo, calmo y chistoso. Chistoso de esos que hacen chistes bobos como al pasar, con esa profundidad que ninguno de nosotros podía adivinar conciente, aunque algunos a veces lo sospecháramos. Le gustaba llegar al chiste bobo como coronación de cualquier escena, incluso las más impensadamente trágicas o tristes. 
Que mi viejo cayera en casa con una revista de chistes no era por tanto cosa de extrañar, digamos que no nos hubiera cambiado ningún código. El hecho fortuito en todo caso, era que él no sabía (al menos al principio) que esa revista no era estrictamente una revista de chistes. Porque mi viejo, además, era un tipo al que particularmente la política y la cultura no le interesaban. Jamás, por ejemplo, le escuché hablar una palabra en contra -ni a favor, debo reconocerlo- de los milicos y en casa no había libros salvo la Salvat de 12 tomos y alguna Selecciones.
Debe haber entrado por muchas puertas de la misma manera, supongo, la revista Hum®. Lo cierto es que en los años de la dictadura la revista nos abrió un mundo a los adolescentes de entonces, sobre todo a quienes teníamos pocas posibilidades de zafarle al negror....
Quizás esa misma puerta grande e incierta haya permitido que los milicos la dejaran pasar al principio, y después fuera tarde para matarla, de cualquier modo su persistencia en esos años no dejó de ser un misterio... 
Lo cierto es que seduciendo su portada de un modo casi insolente desde el kiosco de revistas, las caricaturas de sus tapas, las historietas de su interior (inolvidables las tapas de su director Andrés Cascioli, por ejemplo, o las excelentes historietas de Grondona White, Altuna, Trillo, el yorugua -como su nombre lo indica- Tabaré, entre tantos otros grosos de la historieta) y un poco más tarde -después obviamente de devorar cada una una de las páginas con dibujos- la política, la buena literatura, la música, el movimiento de derechos humanos, nos hizo conocer un mundo que para muchos de nosotros hubiera -como mínimo- demorado  en aparecer.


Vaya entonces este reconocimiento -generacional, hasta podría decir- a esa gentusa que de alguna manera nos ayudó a ver caminos cuando la realidad sólo parecía mostrarnos paredes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Haber crecido al amparo de la lectura de una revista como la revista Humor, significó pertenecer a una generación difícil de callar...

Buen recuerdo para esta publicación magistral!!

Saludos!!

G dijo...

Cómo no recordarla, no es así? yo sólo puedo decir que a mis 16 (más o menos, quién se acuerda tanto tiempo atrás, jaja) me partió la cabeza....
Un abrazo

Anónimo dijo...

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